Yo era el mar, yo era el viento que sacudía el pelo
en un romance vespertino, el amor en tiempos
de verano, el recuerdo y el olvido, un alguien siendo nadie.
Ya se me olvidaba que yo era el tiempo, el romantico atrevido, la rosa con
sus espinas, melodia fluvial que transmitia sentimientos, colores, renglones de una sociedad
de la que ahora no me agrada, libertad!
He llegado a enamorarte bajo tal embrujo que hasta tu alma en estos tiempos que
son tan diferentes de los de antes siente aún mi hechizo, era el consentido
de tu trono angelical, y aunque me echaste como Dios a Lucifer como estrella fugáz
de tu vida, aún me buscas y juradlo, me encontraras.
Antes de existír, era desesperanza para unos y era la alegría para
otros, antes de nacer era un pensamiento que de la nada salió y en la nada
se enamoró, era lo trasverso a la realidad y no existía, porque era
grande, porque no era humano, porque era un simple deseo,
el reprimido nombre al que hoy ya no se es prohibido mencionar.
Alma mía que hoy alaba a Dios y a la véz danza con el diablo, que es tibia
ante su ojos y aún es amada como un niño cuando se ha portado mal,
devora sentimientos y sál de tu capullo que aún en la oscuridad se puede vivir,
es un asunto de cerrar tus ojos y lanzarte,
hacia aquel camino estelár que nos guía hacia el templo de los campeones...
Olímpo.