Yo era aquel soñador,
que bajo la lluvia pintaba cada gota,
bajo la luna la frecuencia de su luz,
pero algo faltaba para mi obra final.
Fue ya aquel día gris,
donde los rayos no tenían color,
donde aquello no provocaba calor,
fue aquel día en que la descubrí.
Todo pintaba blanco y negro,
y me cautivo el soslayo de sus labios ensangrentados,
rojos de su único concepto de amor,
y azules sus ojos al mirar.
Aquel demonio de extraña procedencia,
denunciaba con sus dedos mis más íntimos deseos,
vocalizaba mis secretos profanos y ocultos,
y su presencia irradiaba conformidad.
Me presento en aquel jardín,
cosas que yo anhelaba y mi alma deseaba,
pecaminosos pensamientos y delirantes ideales,
en la mezcla de la carne añorada.
El escenario se tornó de repente,
estaba rodeado de cuerpos a mi alrededor,
habitación con luz tenue y el sonar de los gemidos,
la euforia, la sintonía, la lascivia.
Era ella quien estaba allí,
en el centro de esa cama infinita de rojas sabanas,
fornicando con las vampiresas que albergan en mi corazón,
devoraba sus almas lentamente mientras me miraba.
Mis latidos se aceleraron y bajo su encanto me esclavizaron,
no me podía mover y ella deshacía bajo su autoridad,
su blanco pelo teñido con las puntas de rojo,
su cabello era su pluma y me escribía de amores.
Como puede ella hablarme de amor?,
ella me lo inyectó y a la mala yo la amé,
me encadenó y me hizo presenciar,
la desesperación de en ese ambiente pesado no poder escapar.
Yo no sabía que pensar,
mi espíritu no era mío y mi cuerpo tenía sus propios fines,
entre sus voleteos y sus esporas de calenturientas,
me uní al arte de la orgía de las mariposas.
Esa era su obra magistral,
el nunca terminar y ver los siglos pasar,
todos nos miran y observan nuestro arte,
desde el otro lado del lienzo entre el sexo y nuestro amor aberrante.