Ha escuchado la que no quiere oir?,
ha arrancado de mí las ganas de la sanidad,
el de encontrar una respuesta impuesta por mi obsesión,
que me ha cometido aquella locura de amor.
Ella y yo eramos puro fuego,
sus llamas eran azules como un profundo zafiro,
quemabamos todo nuestro mundo con el calor de nuestra potencia,
entre humo, su beso, whisky y su sazón.
Mis llamas se concentraban en las suyas,
palidecían para poderla poseer,
pero su intensidad era tan poderosa e independiente,
que me consumió completo y me perdí.
Que queda vivo ante el hambre de la Manticora?,
su rostro entre las piedras se asomó y ante su voz me enamoré,
le soñé mientras la perseguía en un deseo de volverla ver,
y me levanté preguntándome por que volví a despertar.
Puedo escuchar su voz en la monotonía,
cuando le pienso se asoma ocultando su bestialidad,
me sonríe ampliamente para volverme a alegrar,
y me devora en una ceguera de sin un sentido vivir.
Se abren las puertas y nadie de mi pudo escuchar,
la devora hombres camina entre nosotros en la vecindad,
en la ciudad del pasado y el deseo de su miel,
en un beso perdido en su locura del amar.
Sus ojos son esmeraldas que brillan en un mundo de ensueño,
su corto pelo se movían harmoniosos en un dia de campo,
sus botas marrones van pisando la tierra de la bella dominicana,
y el sol se pierde en su brillo cuando se va a acostar.