La filantropía de las rosas y sus espinas,
la arrogancia de un pobre sin hogar,
querer lo ajeno y lamentarse luego del hecho,
las maravillosas anécdotas de un masoquista.
Dulce a amargo la inexperiencia del amar,
dulce a deprimente el arrepentimiento,
no he sentido la soledad hasta que busque sus brazos,
su dedo en mi boca en mi mundo del soñar.
Es algo para reírse la latencia del desamor, desde el cerebro a la inspiración amorística que dota de emoción que es el corazón. Es autoengañarse y venderse como insufrible entre el frío europeo, lento, permanente, y por siempre presente.
La vida es usura obligatoria con tono de tragicomedia, el voló a sueños extranjeros con lágrimas en sus mejillas y convicción de un cambio; cambio de vida, cambio de táctica, empezar de nuevo con miradas extrañas, sin saber a donde más salir corriendo, un nuevo estilo de vida, otras historias y nuevos romances en el exilio.
En lienzos grises de miradas azules, como todo nuevo extranjero buscó mejoría económica sacrificando el sano juicio y alquilándose a la esclavitud moderna que lleva tres horarios rotativos y mucho polvo blanco como tarjeta de presentación. Las botas industriales y el chaleco naranja se dirigen por el tren cada semana en horas diferentes a un mismo destino, en bicicleta se dirige pensativo a una rutina diaria de cultura y trabajos de construcción a medio terminar por el camino, con tiempo suficiente para pensar en posibilidades lejanas a las de su propia realidad, de el "que hubiese sido...?", al "no le veré jamás" rondando por sus pensamientos.
Se asoman unos ojos negros por una de las esquinas sin preguntar, de intrusa y de chismosa como siempre, luego miran con decepción y se vuelven inexpresivos, perdiéndose por cuenta propia en la selva de cemento con canales holandeses.
Existen en el espacio pero se pierden en el umbral,
de unos parpados sin cejas que juzgan sin parar,
disimulan una sonrisa y se comprometen a diario,
a atormentarme con una dulce llamada con lo que mas amo.
No es perdón lo que implora,
si no la pura paz y comprensión,
que no fallo por desamor sino por carne,
aquel que figura como "el que fue".
Así como el matar arranca pedazos de el alma, así arranca el amor del pasado pedazos de la sanidad que aún quedan en el interior, el orgullo y la ropa es lo único que puede llevarse aquel que siente pues es lo que le queda, y la conciencia de guardia nocturno acompañándole en el turno nocturno en una fábrica de minerales entre el frío, las maravillosas anécdotas de un masoquista.