miércoles, 24 de abril de 2013

Dejame entrar


Imposible relatar esa sensación de esa noche
de ensueño en que casi el diablo profana mi alma,
navegaré aún así mis conocimientos y mi memoria aún fresca
de esa macabra entrada a mí.

Fue en una de esas noches, en que veía desvanecer mi vida
a traves de la memoria de lo sucedido durante mi dia,
en esa noche fue que observaba como no estaba solo y como
mi cuerpo reaccionaba a evitar el contacto con alguna de esas sombras que rodeaban mi cama.
Clamé su nombre, el nombre de ese demonio que yo reflejaba todos los dias en mi espejo,
la llamé porque por ella desesperaba, y no me arrepentía aún por clamar por ese nombre: Costela...Costela!

Eso fué tan extraño, estaba en mi baño desnudo y de ahí sentí una gran presión,
sentí una presencia repugnante y atrayente a la vez de afuera, esa voz me llamaba a mí,
llamaba mi sangre y me robaba poco a poco la voluntad.

"¡Dejame entrar!" decía aquella voz desde la ventana de mi baño la cual estaba cerrada,
solamente esa voz irreconocible me tumbo de rodillas y no podía sostenerme en
pie, "¡Dejame entrar!" decía la voz en mi cabeza.

No paré en averiguar de quien era esa voz ni intenté abrir la ventana,
mi cobardía hizo que rezara a Dios buscando su protección, temía a que el diablo
había venido a por mí y me arrastraze hacía mi destinado inframundo, clame por Dios y 
me arrepentí arrodillado, cerré los ojos y seguí rezando, y sentí como se iba esa presencia.

Amanecí en mi cama, fresco, nuevo, y pensaba yo que aquello era un sueño,
del cual no quería volver a soñar jamas,
que equivocado estaba, eso no era un sueño, y lo peor del caso, fue que no era 
Lucifer quien vino a por mi, era mi Costela quien vino a tomarme para ella al fín.

La melancolía y la tristeza envolvieron mi corazon, y miré de nuevo hacia la ventana 
que estaba abierta, la cerré y dije: "Si, tienes permiso de entrar", pero ya era de dia,
y he vuelto al principio, en donde yo la llamaba y la buscaba entre la luna, y ella solo venía
a mí en el paraiso de mis sueños, y pregunto a mis testigos lectores, ¿Será verdad o ficción?

miércoles, 10 de abril de 2013

La llegada de los blancos


Es momento de duelo del cual es inevitable, 
uno de los dos debe caér, uno de los dos al momento
de nuestras espadas chocar, ¡momento de duelo momento de duelo
mis testigos!, esta es la guerra santa por causa de una mujer.
Ese es mi amigo el que está delante de mí con la espada
señalandome, el que peleará a muerte contra mi por su amor
a mi mujer, el que quiere ajusticiarme como si yo fuera el
tirano que violó sus pertenencias, sus ideas de amor retrogadas y falsas,
como si fuera yó el que apuntara contra el la mortal arma para poner
fín a sus días.

Estamos bajo la nieve en el mundo que no para de languidecer,
puedo oír los gritos susurrados, siento que vienen a por mí, eso lo sé, vienen ya por aquella
montaña a lo lejos a gran velocidad, el tiempo es corto
el momento decisivo llegó, el duelo há comenzado y yo todavía sigo sumido
a mis pensamientos.
Mientras peléo, pienso en mi esposa, en su bella cabellera, su sonrisa eterna,
sus ojos, esos ojos, sus ojos son anacoretas de las cuales los mios
nunca pudieron poblar, pero a lo lejos solo a mí me miraban,
bajo el frio de la noche, bajo el calor de la fogata.

Por tanto tiempo desee a esa joven en mi juventud, por tanto tiempo
y lo conseguí, tengo bajo mis alas la que no tiene edad, mi esposa que ahora me quieren arrebatar,
la que me profanó el corazón y lo hizo suyo, la estrigoi que me sigue hasta en mis sueños,
mi Dalilah.

Cuando me dí cuenta, la espada de mi amado amigo está atravezando mi estomago,
sángro consideradamente y palidezco poco a poco,
puedo observár que ya se acercan, esa manta blanca de figuras blancas
y humanas que viene a por mí.

- Amigo- le dije- tu eres el vencedór, mas yo soy un mal perdedór. Me quitáste el derecho a la vida y mi libertad de amarla. Me quitaste mi visión, ya que no podré verla más, me quitaste el tacto, porque no podre hacerla mia, no podre saludarla mas ni despedirme, me quitaste el olfato, ya que me quitaste su aroma, el que yo seguía cuando ella se acababa de bañar o cuando preparaba la comida que tanto estoy empezándo a añorár, me quitaste el oido porque ya no puedo oír sus cantos ni puedo escuchar como me decía que me ama. 
Pero tu tambien perderas todo esto, ya que cuando me pasen a recogér los blancos nunca más la volverás a ver, no podras oír su voz ya que estará lejos, no podrás tocarla con amor porque es a mí a quien ama, no podrás olerla porque olerás solamente el mar y del cual ella se despedirá, ni podrás hablarle porque mudarás de tristeza. Pero no me quitaste la voz, porque en sus sueños le hablaré de mi amor, y de mi se acordará. !Viva Pushkin, viva Pushkin!, ¡porque de tu inspiración creció la mia!

Con mis ultimas fuerzas, corté los ojos de mi amigo, y 
mientras el gritaba de dolor, ví al fin que llegaron los blancos, 
abrí mis brazos al sól y cerré mis ojos, y pude ya no sentir nada, solo escuchar mis pensamientos
que recitaban: Costela



*Este escrito va en honor al gran escritor y novelistas Alekandr Pushke
Por su amor a su esposa  a quién amó hasta el final.