miércoles, 10 de abril de 2013

La llegada de los blancos


Es momento de duelo del cual es inevitable, 
uno de los dos debe caér, uno de los dos al momento
de nuestras espadas chocar, ¡momento de duelo momento de duelo
mis testigos!, esta es la guerra santa por causa de una mujer.
Ese es mi amigo el que está delante de mí con la espada
señalandome, el que peleará a muerte contra mi por su amor
a mi mujer, el que quiere ajusticiarme como si yo fuera el
tirano que violó sus pertenencias, sus ideas de amor retrogadas y falsas,
como si fuera yó el que apuntara contra el la mortal arma para poner
fín a sus días.

Estamos bajo la nieve en el mundo que no para de languidecer,
puedo oír los gritos susurrados, siento que vienen a por mí, eso lo sé, vienen ya por aquella
montaña a lo lejos a gran velocidad, el tiempo es corto
el momento decisivo llegó, el duelo há comenzado y yo todavía sigo sumido
a mis pensamientos.
Mientras peléo, pienso en mi esposa, en su bella cabellera, su sonrisa eterna,
sus ojos, esos ojos, sus ojos son anacoretas de las cuales los mios
nunca pudieron poblar, pero a lo lejos solo a mí me miraban,
bajo el frio de la noche, bajo el calor de la fogata.

Por tanto tiempo desee a esa joven en mi juventud, por tanto tiempo
y lo conseguí, tengo bajo mis alas la que no tiene edad, mi esposa que ahora me quieren arrebatar,
la que me profanó el corazón y lo hizo suyo, la estrigoi que me sigue hasta en mis sueños,
mi Dalilah.

Cuando me dí cuenta, la espada de mi amado amigo está atravezando mi estomago,
sángro consideradamente y palidezco poco a poco,
puedo observár que ya se acercan, esa manta blanca de figuras blancas
y humanas que viene a por mí.

- Amigo- le dije- tu eres el vencedór, mas yo soy un mal perdedór. Me quitáste el derecho a la vida y mi libertad de amarla. Me quitaste mi visión, ya que no podré verla más, me quitaste el tacto, porque no podre hacerla mia, no podre saludarla mas ni despedirme, me quitaste el olfato, ya que me quitaste su aroma, el que yo seguía cuando ella se acababa de bañar o cuando preparaba la comida que tanto estoy empezándo a añorár, me quitaste el oido porque ya no puedo oír sus cantos ni puedo escuchar como me decía que me ama. 
Pero tu tambien perderas todo esto, ya que cuando me pasen a recogér los blancos nunca más la volverás a ver, no podras oír su voz ya que estará lejos, no podrás tocarla con amor porque es a mí a quien ama, no podrás olerla porque olerás solamente el mar y del cual ella se despedirá, ni podrás hablarle porque mudarás de tristeza. Pero no me quitaste la voz, porque en sus sueños le hablaré de mi amor, y de mi se acordará. !Viva Pushkin, viva Pushkin!, ¡porque de tu inspiración creció la mia!

Con mis ultimas fuerzas, corté los ojos de mi amigo, y 
mientras el gritaba de dolor, ví al fin que llegaron los blancos, 
abrí mis brazos al sól y cerré mis ojos, y pude ya no sentir nada, solo escuchar mis pensamientos
que recitaban: Costela



*Este escrito va en honor al gran escritor y novelistas Alekandr Pushke
Por su amor a su esposa  a quién amó hasta el final.


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