Puedo sentir cada vez que el aire entra en mi cuerpo,
exhalo mirando hacia abajo en mi propio trono,
la silla de mi reina está vacía desde mucho,
y mis servidores se convirtieron en polvo de angeles.
Soy el inmortal que obtuvo un reino prospero,
veía a todos sonreír y mi reino parecía no tener fin,
pero con el paso del tiempo las sonrisas se transformaron en recuerdos,
se convirtieron en cenizas de un fuego que antes existía.
Pude con el tiempo ver como todos se convertían lentamente,
la bondad de mi consejero, la humildad de la realeza y el amor de mi reina,
absorben mi espacio y toman de mi amor propio,
lo pisotean y acaban cenando de mi corazón.
El brillo que una vez vi en mis ojos al gobernar,
se transformo en la sombra que me cubre de la luz solar,
cuando acomodé mi espalda en el trono que tanto añoraba,
fui impalado con la indiferencia.
Ahora no queda nadie a quien gobierne este rey,
estoy sujeto a gobernar durante la eternidad junto a un trono vacío ya usurpado,
Costela me observa y me cuenta del mundo de la luz,
mientras bebo del licor de mi propia inexistencia.
Danzo cuando me aburro con Costela en mi propio sindicato,
andamos a flor de piel junto al lago que ahora yace seco,
pintamos en un lienzo las delicadas facetas de una sociedad justa,
y nos acostamos hablándonos de nuestros propios ideales.
Aunque soy el rey del castillo caído,
no desespero aunque sea para siempre mi soledad,
porque no soy el ultimo ni seré el primero,
porque sirvo a mi orgullo y tengo mi ego.
Quizá perdí una oportunidad al ser benevolente,
o quizá deseaba tanto probar esos labios,
pero prefiero un milenio mas sin amor a que pisoteen mi orgullo de rey,
porque soy el rey de mi propio castillo caído.
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