jueves, 9 de junio de 2016

Ella, la droga



Cuanto es lo extrañado cuando lo predispuesto es obsoleto,
cuanta la vanagloria cuando el orgullo nos amarga las mañanas,
pensar en ella es como un mal que me tiene enfermo,
por que sus espacios son de ancho calibre y de incomprendido amorío.

Por que ver sus ojos es como ser violado por la naturaleza,
su sonrisa picara y actitud impotente son como de santa patrona,
sangre de perlas que tiñen de blanco la tinta del cuerpo,
y su sombra me acompaña cuando al jardín salgo a pasear.

Es la que me ama y la que me atraganta,
la que me revienta mis ilusiones y me demuestra el pisotón de la vida,
la que ha secado mi espíritu y la que negocea con la santa madre muerte,
la que no me toca y la que desaparece al volar.

Yo quiero llevarles a la corta historia,
de una película mental que les podre hacer llegar,
de aquel joven que volvió eterno el momento de verla,
del que se murió por amor, el drogadicto amador.

Cuanto puede aquel rey vivir sin amor?.
sin saber acaso lo que es mirar el espejo con una sonrisa mañanera?,
permitirnos doblegarnos la tentación de nuestros cuerpos,
reinventar nuestra locura con una droga de la felicidad.

Cuanto dolor el saber que no puedo poseerla,
como aquel disparo que no sientes hasta ver,
ella priva mi vida y mi ser pedía mas,
me llevo a la psicodelia y me mató.

Es aquella la de ojos azules,
la que me atacó con su beso de gélidas delicias,
sexo y amor arrimado en cada encuentro,
gustosa locura con ella, mi amanita.

No la puedo mirar porque me me cautiva su mirada estrellada,
porque soy adicto y ya me gustan sus maldades,
yo con ella me destruyo y calcino el deseo,
y me uno por siempre a danzar con la nada.

Apiadate de tu amante perdición de alegres viajes,
porque nuestro romance se extiende entre las galaxias,
entre el cosmos y la glandula pineal,
el tercer ojo y la inocencia.











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