sábado, 23 de julio de 2022

Sexo en el espejo: la habitación carmesí (explicito)




Solo era no entrar, pero mi espíritu aventurero no cesaba de impresionarme y decidí irme derecho a mi tumba, nadie lo esperaba, más que aquella habitación carmesí que se había robado mi alma. 


El castillo en esta extraña dimensión que había entrado yo en este viaje por las montañas, abandonado en la soledad y la nieve. Decidí inspeccionar aquel castillo que en silencio me llamaba, me trepe por las paredes que aún pertenecían en sus murallas sólidas, la humedad había llamado al moho y al mal olor en su alrededor. 


Las puertas aún estaban fijas, eran pesadas y se podía apreciar su densidad, pero había una en las profundidades del castillo que pertenecía semi-abierta, lo suficiente como para que yo entrase. 

Era pura oscuridad, encendí mi foco para ver mejor. Era un cuarto oscuro, había una cama enorme y destruida en el fondo de la habitación, tenía aún su tela color rojo intacta, pero comida por el polvo y devorada por la humedad.


Había un espejo en el lado opuesto, también el polvo había cubierto su superficie, pero procedí en mi curiosidad limpiarlo con un trapo viejo que tenía en mi mochila.  

Tan solo lo toqué, y me entro un sueño profundo, era como si la habitación succionaba mi energía, haciéndome caer y perder el conocimiento. 


Comencé a sentir calor en la habitación, y el olor de la canela e incienso, era una sensación agradable y confortante, sentía como si estuviese arropado por ese olor y se deslizara por mi cuerpo, yo sentí el contacto de mi piel desnuda  con una tela muy suave, era una seda muy relajante.


Abrí mis ojos extrañado, pensé que estaba en un cuarto carcomido por el moho y los años, pero estaba en una habitación de ensueño carmesí, por sus paredes y la tela de la cama color rojo carmesí. Las terminaciones en oro y el marco precioso del espejo brillaban escandalosamente, y la luz tenue adornaban el ambiente con excelente majestad. 


Me acerqué al espejo y me vi en él, completamente desnudo, atractivo. Intente tocarme porque parecía tan real el otro lado, pero era solo un espejo que delante de mí me mostraba, haciendo que me enamorara de lo que veía.

Aquella boca, aquellos ojos color miel, me miraban a través del reflejo y me ruborizaba al verme. El sonido de un reloj sonaba lenta y rítmicamente a través de la estancia, me descubría dejándome llevar por el ritmo del péndulo de un lado a otro y tocándome mientras me veía, mi pecho se movía más enérgicamente que antes descubriendo mi deseo.


Me tocaba mis pectorales perfectos y marcados, mis dedos eran suaves, suavemente se movían entre la división de los mismos y mi cuello, empezando por mi lado derecho, lento, despacio, apasionante. Con mi otra mano bajaba a mis abdominales, pasando cada uno de ellos como si dibujase un lienzo que era mi cuerpo, descendiendo a mis grandes muslos, traicionándome cuando rozo mi falo, que despertaba en aquellos momentos de roja lujuria. 


Me estaba empezando a masturbar, me adoraba cuando veía mi cara llena de placer, en su máxima potencia mi miembro excitado se asomaba y disfrutaba, estaba delante de mí yo mismo viéndome, deseándome, amándome.

De pronto, vi como de la cama algo se asomaba, era la figura de un humano, que se materializaba desde abajo de las sabanas como por arte de magia negra, descubriendo un cuerpo moreno que yo conocía muy bien. Ese era yo, quien se acercaba a sí mismo, al del espejo, mi sorpresa no me saco de aquel hechizo y mi cuerpo no obedecía, sentía como sus manos recorrían mi espalda, se dirigieron hacia mi pecho y mi mentón, respirando en mi cuello, entre perfume y el calor de aquel volcán. 


Sus labios eran suaves, pero ásperos, lo sé porque me besaba el cuello haciéndome temblar, sentí como mi propio falo rozaba mi trasero y lo bien que se sentía, haciéndome estremecer.

Cerré mis ojos y nuevamente los abrí, ya no veía mi propia figura, sino la de una mujer blanca que conocía muy bien. Ella visitaba mis sueños en noches turbias y me ahogaba en mis suspiros nocturnos a su nombre, cabello blanco y ojos azul inframundo, me miraban mientras sentía sus manos y su falo contra mi trasero. 


Vi que de las mismas sabanas, salieron más copias mías. Ellos se amaban entre ellos, vi mis labios contra otros míos, como uno masturbaba al otro mientras le comía los pezones a otro, hasta que sentí yo mismo aquel aguijón de aquella mujer de blanco cabello. De ente el espejo y el suelo salieron unas cadenas doradas que se enroscaron en mis manos, llevando a ambas manos hacia el marco del espejo de donde salían. Se iba intensificando la lujuria en el ambiente, como también los caderazos que me pegaba aquella intrusa, vi que algo blanco se asomaba de su boca, eran unos colmillos largos y afilados. Me asusté y trate de escapar, pero invadieron mi cuello como si se tratase de un fruto delicioso, al principio sentí un dolor que corrió por el cuerpo, pero luego, de la misma mordida, penetro un líquido que en vez de dolor me dio placer, paralizando más mi cuerpo. 

La sentí gemir mientras dividía sus tareas perfectamente, una mano en mi pezón, otra me masturbaba como si ya conociese mi cuerpo de sobra, y su miembro me daba en zonas que nunca había experimentado jamás. Entre mi figura penetrada y la de mis copias teniendo sexo me hacían olvidar en donde estaba, en un castillo supuestamente destruido y abandonado, ¿esto era ficción o realidad?

Me sorprendí gimiendo su nombre, solo lo había extenuado en los delirios en mi cama, siempre que trataba de recordarlo por mi cuenta se escapaba por alguno de mis oídos y no volvía jamás. Pero sé que esta vez estoy en lo cierto, porque cuando la nombre, sus ojos se fijaron en los míos a través del espejo, el azul intenso brillaba en comparación de toda esta luz tenue que nos envolvía en la habitación. 

De pronto, las llamas de las velas cambiaron de color, eran azules. Ya ninguna copia mía quedaba, pues solo la vi a ella, cada una de ellas se daba placer a sí misma mientras me veía siendo dominado. Las cosas se intensificaron, y sus gemidos camuflaron los míos, ellas se comían y se masturbaban mientras me veían, no pude aguantar más y sentía como me llegaba el deseo de venirme, como si fuera un refresco de soda que ha sido revuelto, todo iba subiendo hasta llegar al éxtasis.

Eyacule fuertemente, todo ese semen cayó en el espejo. Mis fuerzas esta vez flaquearon mucho, por lo que quede arrodillado frente al espejo, viéndome jadeante y en la cúspide de lo que sería el placer.
Me vi de pronto nuevamente solo en aquella habitación oscura, no vi ninguna copia mía ni de ella por la habitación, ni siquiera me acuerdo de su nombre.
Me pare dispuesto a irme, triste y desorientado, pero sentí un dolor en mi cuello que me hizo palparme la zona, eran la marca de una mordida.

La marca de su mordida.
  

viernes, 8 de julio de 2022

La ciguapa de los pies invertidos: princesa quisqueyana (parte 1)



La miraba yo cuando estaba en aquel río entre las montañas de Jarabacoa, lavaba su pelo como si entre ellos pasara vida, desenredándose con sus dedos y untándoselos con aceites y mascarilla de aguacate, su largo pelaje y su bendita desnudes robaba mi aliento. Me escondí a ver a aquella ciguapa que se bañaba tranquila e inadvertida de ojos intrusos, pero los míos le veían sorprendidos porque me apartaron de mi camino a casa.
No sé que me delato, si mis pensamientos o mis latidos, pero sus ojos verdes conectaron con los míos haciendo que mi mente retratara ese paisaje por siempre en mi memoria.

Aunque luego de que nos dijéramos tantas cosas sin poder abrir la boca, aquella morena hecho a correr de una manera tan ágil como a nadie he visto jamás. Brincaba entre las grandes piedras mejor que cualquier atleta y de manera tan salvaje, pero tenía una gracia el verla en pleno vuelo con aquellos rizos al viento, perdiéndose entre las matas como si se mezclara con la naturaleza y se guiara de las hojas a las raíces, volviéndose nuevamente en un mito.

Volví a la realidad unos segundos después, cuando mi primo me gritaba desde lo alto de una pequeña loma detrás de mí, mi madre había hecho un sancocho y que llamaba a por mí. Aquella ciguapa de pies invertidos lo había visto solo yo, aquello era el mejor regalo de cumpleaños, y juré celosamente llevarme ese secreto hasta la muerte.

Al otro día, fuimos de noche mi primo y yo en nuestros motores a bebernos un pote de ron y compartir con los amigos, y entre la gente vi unos ojos verdes que me seguían entre la gente, aquella ciguapa ahora tenía un largo vestido y estaba peinada delante de mí. 

- ¿Me vas a dejar seca?- me pregunto acercándome su vaso para que le sirviese un trago.

Entre la perplejidad y el orgullo ajeno por los timbales de aquella princesa quisqueyana. Le sirvo el trago de ron llevándome del juego, hubo una complicidad afirmada y sellada por nuestras miradas, pues ella sabía que yo sabía, yo sabía que me reconocía de esta mañana y le vi a flor de piel entre las aguas frías del río, como si un trago balanceara el que me haya disfrutado de unas curvas igual a la guitarra que tenía en mi habitación, como si olvidara que he visto lo más hermoso de este planeta.

Hablábamos sentados uno al lado del otro en aquel parque, me olvidé de la hora y de mi motor, de mi primo y cualquier otro pasado amor, entre los tragos y unas empanadas que vendían cerca nos contamos la vida. 

Le veía mientras me hablaba, esos labios color miel atravesaban mi mente mientras se movían con entusiasmo, el contacto ligero de nuestras piernas me tensaba el cuerpo, no sé si también lo sentiría igual, pero volví a mis tiempos de niñez cuando era tímido con las chicas, inexperto y emocionado, a la expectativa de conseguir el primer beso, no ser aburrido y perderla. 

Me sonríe brevemente, me pregunto si sabría que ya su nombre está escrito en la parte de atrás de mis cuadernos, que la vislumbro acostada junto a mí en alguna playa lejana, que aprendí a mencionar su nombre con cariño disimulado, si podría leerme la mente.

La ciguapa de los pies invertidos también sabia leer mentes, al parecer, o acaso en mi cara se podría ver la desesperación que me acarreaban sus verdes ojos, pero así como ella fue la que inicio nuestra conversación, así tomo iniciativa y jalándome del cuello de la camisa me acerco para besarme los labios.

No había dulce de coco tan dulce ni mango tan rico como el sabor de aquellos labios miel, nos devorábamos con hambre y nuestras lenguas bailaban en sincronía, una salsa sonaba fuertemente en el fondo, erizando los pelos de mis brazos que resonaban sensiblemente con el bajo de las bocinas, rítmicamente palpitando mi corazón, haciéndome temblar.

Hubo movimiento rápido y la gente comenzaba a irse del parque, se tiraron los monos y comenzaban a llevarse a las bocinas y a la gente. La princesa quisqueyana me graba su número de teléfono en el celular y me despide con un beso tierno antes de correr también, pues los monos ya iban cerca de nosotros. Enciendo mi motor y como en película de acción acelero y los pierdo rumbo a casa, con el número de una princesa, un beso, y la prueba latente en mi pecho de que era real.