No empezaré con una simple historia de calentura veraniega, ni vivirás en mi presente teniendo así mismo, presente en mi mente, presente en las maravillosas sensaciones que originan en mi cuerpo, porque soy egoísta y mi placer es verle bajo el mismo, por encima de mi propio orgullo, entre el medio de mis cejas y dentro de mi pecho.
Le confundí con el atardecer menos apreciado, aquel que ocurre todos los días en nuestro cielo y por la rutina de los días monótonos nos bañamos en él sin darnos cuenta de esa obvia obra de arte, una obra sin mancha humana, así como esos ojos verdes que se asomaron por entre las dunas de aquel desierto donde nos encontramos, el color trigueño de su piel confundiéndose con la arena, y como olvidar esos cabellos negros que se enredaron en mis manos cuando te hacía el amor.
Sabes que te desean esos ojos, todos esos ojos que voltean a verte cada vez que pasas con el agua, sé que te das cuenta cuando lo más que pueden hacer es idolatrarte de lejos, porque eres mía, mía como tus piernas cuando se entrelazan en mi cintura cuando te penetro lentamente, mía como cuando entre sílabas declaras que ese coño es mío, caliente y húmedo, dándome la bienvenida, llamándome su amor. Les confieso que le dedique suma atención cuando me lo comía, con mi lengua busco entre los cercos su punto más sensible circulando de cerca, alrededor del clítoris, para que me busque con sus manos y aparta las montañas que le rodeaban, pidiendo lo obvio a su papi, sin algún parentesco parental.
Nuevamente les confieso, entes del inframundo, que lo mejor no fue haber estado con ella a partir de mi larga travesía por el desierto, no fue que cada vez que se subía sobre mí y me amagaba con sentones sobre mi glande del pene, enfocándose en ese lugar, desesperándome por hacerle fuerza para bajarla y penetrarla, sentir ese calentón envolviendo mi falo derritiéndolo y asimilándolo en su cuerpo. Lo mejor fue, que bajo las promesas de volver a verle esos ojos gatunos, las riquezas del mundo se posaron bajo esa larga cabellera negra que, mojada, se posa entre sus senos parados y erguidos, la más grande riqueza fue el largo viaje hacia sus brazos, hacia esa voz de mujer que prometen confortarte cuando llegue a casa, porque casa es donde sus pies posan sobre estas áridas arenas, mi hogar esta donde esta ella.
Entre las arenas del desierto yo creé el mar, me he convertido en filosofía y he amado la cultura hecha mujer, se beberá vino y se servirá un banquete para los vecinos, que entre mis mejillas y su vientre he obtenido todas las riquezas del mundo.