Conjurada con nombres ajenos y cuerpos diferentes,
verter de su jarro mi autocontrol por el acantilado,
los rieles de mi destino se dirigen a un destino efervescente,
y en el dominio de su silencio me siento usado.
Por la calamina se desprecia al oro verdadero,
mis secuestradores me pulieron y me confundieron por mi brillo dorado,
mis plumas han sido arrancadas y aleteo desnudo en el abismo,
vulnerable ave desnuda en mano de extraños.
Las palabras y el silencio promueven un sin sentido,
como él sin sentido de existir cuando te robas el tiempo peinándote con mis dedos,
limpiando tus labios con los míos y añejando este sentimiento,
sincronizando nuestros palpitar con la lujuria de un acalorado amor.
Me visita por las noches confesándose dispuesta,
inyecta su veneno con sus besos arrebatando mi raciocinio,
con tan solo su mirada olvidé mis problemas y hasta de mi mujer,
y me arrincona en el mueble haciéndome el amor.
La súcubo me sigue en los sueños y en mi intimidad,
es pues el antónimo de una indómita verdad,
del desierto me extrajo a su infierno, pero me divierte el fuego,
la elegancia de la maldad entre los senos de mi depredadora.
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