Calamidad de los mares, príncipe de las tinieblas, mi reputación me precede y los elogios no descansan, el anatema. Soy el insufrible e inalcanzable, la auto-víctima de un acuerdo sin sentido, tu dolor de cabeza por las noches.
La individualidad es certera cuando el orgullo es tu único aliado, tu fuerte capa laminada que cubre tu vergüenza y te da coraje para avanzar, para perseverar, para luchar, es un sentimiento inocuo que vocifera tus fuerzas con esperanzas de que te entiendan.
Yo, yo mismo y mi ego, la trinidad egoísta de mi alma
lascivia, orgullo y desamor, mi fuego que nunca apaga,
los ingredientes perfectos para el demonio del deseo,
la conspiración por siempre existente entre mi cabeza y el corazón.
No pretendo ser tu superhéroe personal,
prefiero vivir mis experiencias en el mundo con sabiduría y marihuana,
deslizarme por el desierto y que en mi cuerpo recorra la historia milenaria,
de un cuento maravilloso de alguna belleza del pasado.
Adórame porque te amaré en tu odio,
deséame que te miro desde arriba a mis pies,
perfúmame con las rosas y el matiz dulce,
ámame, con las apologías del amor en mi aposento.
Soy el renacido Gilgamesh de Uruk,
cuelgo de mi cruz y no tengo salvación,
burlándome entre las olas en la tempestad,
pues sigo siendo yo, yo mismo y mi ego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario