No hace falta que le siga con la mirada,
aquella a la que admiro de estrellas coronada,
la delicadeza de mi mirada enamorada,
seduciéndome en aleteos y polvo de hada.
Me quedo callado el deseo moribundo,
entre los muertos mi enganche por ti no difundo,
todo un secreto que entierro en mi pecho y lo llevo al inframundo,
en mis retos llevaré el sentimiento de este amor profundo.
¿Y qué ha sido de mi dorada Atenea?,
la sabiduría recurre desde su cadera a la fuerte marea,
desde los vientos a cada palabra y cada línea,
de un frustrado escritor que para amarte se ha dado la tarea.
Caballero soy, aunque esconda mis negras alas,
entre mi perfume y mis brazos se despiertan tus aurículas,
hablo de estaciones aunque mis palabras suenen ridículas,
porque la primavera aflora entre tus piernas.
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