Su perfume. Aun su perfume invade mi chaqueta, gracioso como las mujeres marcan su territorio de manera tan sutil, pero obvio para su rival, deseándome para sí en una rabieta infantil pero algo reprimida, porque me quiere solo para ella por como le hago sentir, por como le hago soñar.
Me ha confesado que está confundida, que el caliente de mis besos aplicaron color a su pecho herido, que mis dedos tocaron sonatas para el claro de luna con su clítoris, majestuosas ceremonias haciendo el amor en la cocina.
Me ha pedido que me aleje, pues cuando estoy cerca empieza a sudar, su pulso se incrementa y le paraliza mi mirar, que ha sentido que tengo alas porque la llevo a volar entre las estrellas y demás astros, entre el Hades, y el olimpo, el mar y el trono de Dios.
Soy el golpe de su vida y mi embrujo lo introduje aquella noche entre tus sabanas cuando los demás habitantes dormían en plena madrugada. Hacía calor, tu cabeza golpeaba el estándar de la cama marcando el ritmo de la batería, tocaba dulce guitarra con mi lengua en tus pezones, con aquella miel que quedaba del desayuno de ayer.
Su perfume, aunque queda en mi chaqueta, pero me quede más que con su olor disimulado. Ya ella no está consigo misma porque habita en mi cuerpo, deseándome y añorando citas por el malecón, volver a Japón para coger en un colegio de noche, y tomar birra en la zona colonial de Santo Domingo.
Besa así mi inguinal y me tiemblan las piernas cayendo extasiado, adoro como me admiras así tú, deseándome, este es el monólogo de un narcisista, no un perjurio, ni tampoco un hecho que no sea la realidad.
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