Silencio que oigo un palpitar,
Cállate antes de que venga por ti,
sin emitir queja miro hacia el techo callado,
Silencio que pecho explota.
He de confiar que mi boca no emitirá tu nombre,
no expresará lo que llevo conservando en todo este tiempo,
yo hago silencio, ya que no tengo derecho a decirte,
algo callado que sangra con herida abierta.
No me hables que no miraré tu rostro,
No me mires porque no oiré tus preguntas,
No me preguntes, puesto que te contestaré con el silencio,
lo que canto a solas para que nadie me escuche en mis aposentos.
Viendo desde la objetividad que me da el espejo,
¿cómo puede un cuerpo de carne y hueso permitirse sentir?,
eso corroe el pecho y te hace estallar en una furia callada,
envenenando el cuerpo y deseando perecer para no volver a sentir.
Quisiera dormir y vivir en mi idealización de la felicidad,
ver tantos rostros del pasado que nunca volverán,
preguntarle a mi madre a ver que tal le va en su paraíso,
si sabe entre toda su paz cuanto la extraño.
Quiero morir y compartir esa paz,
romper el silencio y confundirlo en llanto alegre al verle caminar de nuevo,
hablarle de su nieto y como a mi hermana le ha ido en vida,
decirle que la entiendo cuando la sentía sola en aquel balcón.
Vivir y querer tantas cosas en silencio,
son un principio básico para la fórmula del auto-sabotaje,
solo fueron estos los deseos que en silencio desee aquí en mi cama,
cerrar mis ojos y abrirlos a la vista de sus ojos verdes y un café.
Solo son berrinches de un alma ciega,
esta silenciosa amiga que en silencio hace ruido,
melancolía y recuerdos de un pasado inocente,
arrepentimiento y deseo de una vida mejor.
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