Observo, analizo, vivo y duele,
pues es la distancia que no tiene regreso,
lo intento, no puedo, corro y me corrompo,
por haber expandido el sentir que mi melancolía.
Es un dilema el vivir bajo sus manos,
el querer tenerla yo evitandola,
rechazarla cuando la quiero tomar,
negarme cuando quiero decir si.
Mi ausencia es evidente en pocos sentidos,
soy muy dado a autodestruirme románticamente,
corrosivo a la delicadeza de amar,
indeseable al momento de simpatizar.
Dame mi espacio (no me dejes),
no te quiero ver (eres la luz de mis ojos),
eso no me importa (me importa mucho!),
estoy alegre (me siento morir).
Te dejo en paz (me vas a romper el corazón),
estoy mejor así (tengo frio),
tienes razón (te dejo ser libre),
no te quiero (mentiroso).
Soy abierto a muchos temas de discusión,
como las sociedades fueron creadas,
como se velaron los muertos en Israel,
como destacar la mejor pulpa para un buen vino.
Pero no cuando tengo que cohibirme,
cuando me come por dentro cada día,
su indiferencia a la par con mi sensibilidad,
su calor, pero no mio.
Mientras escribo siento esos brazos fríos,
el pelo de mi observadora se entrelaza con mis pensamientos,
de esos que concluyen sobre la vida después del suicidio,
asistido por la teatral obra de un romance unidireccional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario