martes, 14 de diciembre de 2021

La dama de blanco: descenso al inframundo (parte final) (explicito)








Tres años.


Desde ese entonces no he podido vivir en paz. El horror de esa noche nos dejó marcados, Dahrio se ha vuelto una estatua viviente, sin emociones, sin calor. No hubo muchos recuerdos de aquella noche, más que unos ojos inusualmente azules que me sorprendieron a la distancia, y despertar en el suelo de aquel laberinto mientras mi esposo yacía en un banco acurrucado.
En estos años, hubo periodos en el que Dahrio estaba en buena salud, con un poco más de ánimos, como si su cuerpo al fin permitiera que la luz y el calor del sol penetraran en su cuerpo. Pero había otros periodos, en el que no salía de la habitación, yacía débil en cama como enfermo, sufría constantemente de pesadillas, y aunque me dirigía la mirada, sabía que él no estaba aquí conmigo, estaba de regreso a ese castillo, con la dama de blanco.

Es curioso, escuche algo parecido antes de desmayarme esa noche. La dama de blanco era un tema que no se puede discutir en casa, ya que el tema revivía a Dahrio, en terror. Temblaba, hablaba consigo mismo, estaba tan débil que el color se le iba de la piel, es como si estuviese poseído, como si el fantasma de ese pasado le sorbía la vida poco a poco, robándole la vitalidad y las ganas de vivir.

Dormimos en la misma habitación, en camas diferentes. No es que ya no le deseara, pero ya era insoportable que me golpeara mientras dormía cuando sufría de pesadillas, y el nombre de "Costela" tampoco lo soportaban mis oídos.
No es que considero que me vuelvo loca, pero algunas veces, lo observo a través de la habitación mientras duerme, como si con eso, previniera que cualquier cosa mala le pase. Pero hay noches, en que despierto y no me puedo mover, sé que estoy durmiendo, pero al mismo tiempo, estoy con los ojos abiertos. No puedo moverme, pero escucho. Escucho como si alguien estuviera succionando algo, algunas veces, como si estuvieran teniendo sexo. No me podía mover, sin embargo cuando podía moverme y me cerciore de que estaba en la realidad, volteaba en dirección de Dahrio, y se veía más débil.
La luz de la luna caía en su cama, su figura tan fuerte y segura se iba desvaneciendo, ya no era el hombre que era antes, y por cada día que pasaba se iba yendo más y más lejos.

Algunas veces, yo quedaba volteada en su dirección cuando no podía moverme. No podía discernir claramente, ya que la luna brilla de manera descomunal sobre su cama, pero había como una manta blanca encima de mi esposo, como un pedazo de niebla o realidad blanca que yacía como sabana encima de Dahrio. Era igual, desde que yo podía moverme, en un parpadear de ojos, ya no estaba esa manta blanca encima de él. 

No estoy loca, sé que vi unos ojos azules entre esa espesura blanca, sé que algo asecha a mi esposo y creo que es real lo que el teme, y yo le liberaré. 

Paso medio año.

Estos fueron los meses desde ese entonces que he investigado a esta criatura. He comprado una droga en el mercado negro, para evitar quedar dormida, y que me dé valor para hacer hoy lo que no me he atrevido a hacer durante estos meses. Se, que si despertaba antes, tendría que enfrentarme a esa temible criatura, sé, que si miro esos ojos azules en una de esas noches será lo último que vea en vida. Pero no importa y estoy decidida a librar a mi esposo de una muerte segura, robe la espada de mi padre cuando le visite esta mañana, y hoy daré fin a esta pesadilla.

Estoy preparada, acostada como si fuese a dormir, pero la droga bombeaba mi cuerpo, y la espada estaba oculta bajo mis sabanas, lista para atacar. Escuche el sonido habitual de la criatura, moví un dedo para asegurarme que podía moverme, y cuando me di cuenta, este se movió, dándome a entender que era libre para moverme. Empuñe la espada y me abalancé sobre esa figura blanca, sin embargo, vi como esta lo puso entre nosotros, deteniendo la sorpresa, y esta reía con sus labios rojos y saciados de sangre, que se deslizaba por su barbilla.

- Puedo escuchar tus latidos desde fuera de la casa, niña- dijo la dama de blanco. Se parecía mucho a aquella jovencita de blanco de aquella terrible noche, aquella noche que vi por primera vez a estos ojos de ultratumba, los mismos que aquella joven...

Me agarro por el cuello y empujo a Dahrio a su cama, donde este se desplomó como un muñeco sin vida. Tiro la espada lejos de mí y me acerco a su cara. 

- Cada vez que me acuesto con tu esposo, te miro a los ojos mientras yaces indefensa, sin poder moverte, impotente- su mano estaba cerrada alrededor de las mías como si una estatua movible se hubiese cerrado alrededor de mis muñecas.

- Y tú eres el monstruo que persigue a mi marido, pero de hoy no pasas, Costela.

- Tu misma te descubres cuando mi nombre habita en tu boca, el no deja de mencionar mi nombre cuando me sueña, cuando tu estás presente, cuando lo follo. Hubo noches en que yo estaba satisfecha solo por su sangre, otras, cuando planta su semilla tan dentro mío, o en remotas situaciones, cuando le planto la mía- agarra mi trasero y lo aprieta- yo le doy tanta versatilidad, y poco a poco, el me cede su alma.

- ¿La dama de blanco es acaso un caballero pálido?

Mi trasero fue puesto al descubierto, y sentí un gélido dedo jugueteando en los labios de mi vagina encima de mi ropa interior.

- El género no tiene relevancia en mi historia- descubrió mi vagina moviendo mi ropa interior a un lado. El contacto de sus dedos fríos me estremeció e instó en mí el instinto de escapar de sus garras, pero no podía rebelarme a su dominancia- se pudiese decir que soy mujer, en perspectiva humana, dado que soy madre de millares y millares de estrellas. Pero también puedo dar el regalo de vida a quien pueda concebir mi descendencia, ¿y quién mejor que la esposa de mi amado?

Supuse que mojo sus dedos, porque cuando empezó a jugar en la entrada de mi vagina, sentí como esa lubricante facilitó tan grande placer, que pronto invadió mi cuerpo. Su mano libre se cerró alrededor de mi nuca, ejerció presión en contra de la cama, dejando mi culo más al aire de lo que estaba anteriormente.


- No luches, calma- su voz se hacía más y más profunda, me llevaba hacia un lugar muy lejos de ese lugar, de esa habitación, lejos de mi esposo, lejos de lo que se avecinaba.
Yo no estaba presente en materia de voluntad, pero sabía que sucedía. Muchas veces me iba hacia ese paseo por el prado con Dahrio, o en aquella ocasión que paseamos por la ciudad con un buen licor en mano y hablábamos de nuestros futuros, divirtiéndonos, enamorándonos.

Introdujo dos dedos aprovechando como lubricaba mi vagina, abriendo paso y dándome placer al mismo tiempo. Yo estaba en otro sitio, sin embargo, escuchaba mis propios gemidos claramente, en un momento estaba tirada en mi cama aprovechando una deliciosa siesta en una tarde de verano en el campo, y en otro momento allí estaba, gimiendo como una puta, sin importar si lo escuchaba mi esposo.

Ya no sentí sus dedos, pero algo más grande se presentó en mi puerta de entrada, y con su viscosidad, empezó a moverse estimulando mi segunda boca. Pude sentir parte de mi fuerza de voluntad volver a mí, me quité de su trayectoria sin embargo ella agarró mi cintura con sus dos manos e impidió que me moviera más, y con un movimiento lento pero sin parar, entró su miembro sin más. Un grito de sorpresa escapo de mi boca, pero ella la tapo y empezó a mover su cadera, incomodándome, pero, me gustaba.
Ella se movía rítmicamente, y mientras anchaba mi interior con demoníaca devoción, yo yacía el cien por ciento en esa realidad, pero amarrada por nada más y nada menos que el placer.

- Casi te sientes mejor que él- lamió mi cuello desde atrás, y lo saboreaba como si fuera una fruta- que mal que solo te quiera para esta ocasión.

Hubo un pensamiento, digo que ajeno, porque esa voz no era mía, que me daba aviso de peligro:

- Si te muerde pierdes la batalla, usa este momento que te regalo para que terminemos todo de una vez, 
¡lucha que no estás sola!

No dude, y salí de su trance. En ese momento, aproveche para tumbarla con un solo movimiento en el que me volteaba de repente, puse una pierna en su cuello y otra por sus rodillas, gire en contra reloj y aquel monstruo en forma de mujer cayó al suelo. Nada más pude pensar en la espada que yacía en el suelo y me pare rápidamente para lanzarme a por ella. A mitad de camino, la dama de blanco me hizo caer aferrándose a una pierna, pero esto me daba lo suficiente para extender mi brazo y agarrar la espada.

Costela apretó mi pierna haciendo que se produjera un sonido desgarrador de huesos rompiéndose, haciendo que un grito desgarrador saliera de mí, paralizándome de dolor. No sé cómo, no obstante obtuve la suficiente lucidez como para tirar un tajo con la espada hacia su dirección, pero eso no hizo nada, pues eso solo reboto, se sentía como si ella era algo demasiado duro, como si hubiese golpeado una gran viga que confortaba el gran puente que conectaba la ciudad con el camino, puro hierro. 
Me atrajo hacia ella mientras yo forcejeaba, pero su boca hambrienta y llena de colmillos me llamaba hacia ella en un inevitable horror. Cuando tuvo frente a su cara, movió mi cabeza hacia arriba para darme el bocado que me quitaría la vida, abriendo su boca y transformándose parcialmente en una bestia pálida con una gran boca que se abría descomunalmente. 
Vi como algo plateado, un destello que se intervino entre mi cuello y la boca de la bestia que corto el espacio y el silencio de la habitación. Todo paro, ya lo que me sujetaba y rompía mis huesos dejo de moverse, y sangre empezó a llenarme la cara a borbotones.

Caí de trasero y me arrastré fuera de su alcance, pero no era necesario, pues al observar mejor, vi la espada de mi padre atravesando a la dama de blanco por su monstruosa boca, y la que sujetaba esa espada era una mujer de corto pelo negro que miraba con aterradores ojos rojos a Costela.

- Espero que no te guste mucho tu hogar, joven- dijo la extraña de ojos rojos- esto no es suficiente para matarla, solo la detendrá por unos instantes.

- ¿Quién eres?- pregunte aun en el asombro.

- No sé si deba darte mi nombre- contesto- aunque, si, creo que te veré después, no en esta, pero quizá en otras vidas.

- ¿Otra vida?, pero, ¿eres igual que ella?- dije señalando el cuerpo sin vida del monstruo- no entiendo nada de lo que dices...

La extraña se puso en posición y le lanzo un gran tajo al cuello del monstruo, pero no lo corto por completo; el suelo se estremeció y se sintió como si un gran impacto se produjera en la casa. 

- No será fácil, su piel se supone que es muy dura, solamente pude matarla la primera vez por la oportunidad que me diste al abrir su gran boca...

Luego de una cadena de tajos, pudo separar  la cabeza del monstruo, agarrando su cabeza por los cabellos blancos y viéndolo casi, como un trofeo.

- La dama de blanco- dijo la extraña.

- Sí, es ella, la que tienes en tus manos...

- Cuando nos volvamos a ver, te diré esas palabras- me interrumpió la extraña acercándose a mí- yo pudiese terminar con todo ahora, no obstante con eso, terminaría tumbando todas las estrellas del cielo y dejando todo en una callada oscuridad.  Cuídalo, que aunque no me sientas, estaré cerca, puesto que ni deshaciendo su cuerpo puedo eliminar por completo a la bestia, solo nos dará tiempo. Puede que no vuelva en esta vida, puede que si, pero ahora o en la otra, volverá.

La extraña toma a Dahrio entre sus brazos, y lo levanta con extraña facilidad. En su corto abrazo, vi tremendo cariño, pero me lo devolvió rápidamente.

- Te buscaré en otra vida y te haré recordar, pues la lucha no termina aca- declaro la extraña- A propósito, es Esmeralda, mi nombre.

Con un movimiento de manos como si fuera ballet, primero, por un lado, guio su mano en pose de danza y un hilo de fuego le siguió, igual lo hizo con la otra, e igualmente sucedió. Comencé a arrastrar a Dahrio hacia las escaleras mientras veía como el fuego bailaba alrededor de Esmeralda y el cadáver de la bestia, que yacia tiesa con sus garras aun amenazantes.

- Bendito destino es ser amado por un ángel- escuché a lo lejos que dijo Esmeralda- otro ser caído le ama, madre, otra que le hará feliz.

Salí de casa a duras penas con Dahrio a rastras. Unos vecinos terminaron por ayudarme a salir y ponernos a salvo, mientras el fuego bailaba con misteriosa danza.

- Ya no escucho su canto.

Dahrio estaba despierto, como si saliese de algún profundo sueño.

El fuego nos amenazaba con gritos desgarradores, chamuscaba mis memorias en su venganza, y a su vez, purificaba al mundo de una gran maldad.
Sé que con esto, solo compraré la tranquilidad de que no nos matara por el momento, pero sé que bailara en nuestras memorias, seduciendo añoranzas y subyugando nuestros recuerdos.

Han pasado 10 años del suceso.

La sombra de la dama de blanco aún está en nuestras vidas, pero, Dahrio es tan feliz. 

Luego de nuestro último enfrentamiento con Costela, nos mudamos en los alrededores de Marsella con la intención de alejarnos de París. Luego de 2 años del incendio, las cosas comenzaron a mejor un poco. Al haber confirmado la muerte de la dama de blanco, el miedo y la incertidumbre comenzaron a alejarse poco a poco de nuestras vidas. Algunas veces, mi imaginación juega conmigo al verla en los rincones, parada, observándonos, iracunda. Aunque le temo, le miro de vuelta como si eso pudiese impedir que me rompa en pedazos, le desafío, pero aún me invade el miedo cuando recuerdo esos ojos tan fríos, Costela.
Quede embarazada y eso fue de gran bendición. La pequeña Michaella hoy cumple 8 años y tiene una exposición en su salón de clases hoy en día. Dahrio lleva los materiales de exposición consigo y estamos en apuro para llegar a tiempo, aunque desde ese momento en que vi esos ojos azules entre la niebla comenzó mi descenso al inframundo, hoy en día, casi escapo con mi amado de él con el favor de los dioses.

Dahrio me retiene antes de entrar a la escuela, y me planta un beso en los labios, separando sus labios, pero no los ojos de mí. Ha pasado el tiempo y somos felices, ningún fantasma del pasado nos cazará de nuevo.

domingo, 7 de noviembre de 2021

La dama de blanco: negra noche (segunda parte) (explicito)

 



No puedo mentir.

Estos años, no fueron los más sencillos, tengo que admitir. Ella nunca quedó atrás, pues conmigo, escaparon también mi libertad y buenas noches de sueño. 

La dama de blanco me ha perseguido a través de los años. Tengo 27 años ahora, trabajo junto a un anciano en una relojería antigua en la gran ciudad de París, pues llegue aquí hace 14 años escapando de un pasado blanco, tiene nombre, y el mismo me persigue en mis tantas pesadillas diarias.
Siempre sueño con ese castillo, las velas estaban encendidas, pero cada uno de un color azul intenso, como un gran espectáculo de ultratumba que anuncia la llegada de un nuevo al país de los muertos, pero mi muerte era ese mismo lugar, el castillo de la dama de blanco, Costela.
Mientras iba caminando entre las velas hacia la entrada principal del castillo, el fuego azul de las velas se intensificaba y el ambiente se enfriaba en cada paso que daba. Yo sabía, yo supe a mitad de camino quien me iba a abrir esa gran puerta, la perseguidora insaciable, la que, a pesar de no haberme encontrado físicamente, invadía mi mente en los días de trabajo con el señor Seamus, y perseguía mis noches a través de esta pesadilla que tengo desde ese día del escape.
Antes de llegar a las escaleras que daban a la puerta de entrada, veía varias sombras negras tratando de impedir mi paso hacia la puerta. Estas sombras eran mujeres, las conocía de algún lado; estas no querían que abriera la puerta del castillo, sus voces estaban amortiguadas, me eran familiares, pero nunca pude escucharlas. Cuando una de las sombras pudo esclarecer un poco más, pude ver en una de las sombras, unos ojos rojos y un rostro tan conocido, pero que nunca, había visto en esta vida.

- No abras esa puerta- me advertía la chica de ojos rojos- si lo haces, la bestia sabrá donde estás.

Esa advertencia siempre me paraba, y cuando me recobraba algo de control sobre mi cuerpo, me daba la vuelta para salir de los terrenos del castillo. Siempre llegaba a esa parte, mientras me alejaba, el castillo me atraía más a si, si corría, igualmente quedaba en el mismo sitio. El castillo que alguna vez fue mi hogar, se volvía un monstruo que me atraía hacia su gran boca si trataba de escapar, yo trataba de escapar, pero entre el alarido del monstruo enorme y mi miedo hacia lo que estaba detrás de esa puerta, usualmente me despertaban en un baño de sudor, y mi respiración agitada.

- Nunca me dejarás en paz- decía mientras recuperaba la respiración.

Fueron años con mal sueño, sin embargo mi pareja sabia todo sobre mi pasado. Fayette me paso un vaso de agua para mi sed, ella nunca terminaba de acostumbrarse a mis sobresaltos nocturnos, y por eso la encomendaba, pues era una mujer excepcional por haberme soportado. Ella nunca había trabajado, pues, era una hija "bastarda" entre un conde y una criada, aunque esto no le daba título alguno, le era proveído todo y recibía una excelente mensualidad de su padre. Vamos a cumplir 5 años de casados dentro de 2 meses, habíamos estado planeando viajar hacia Escocia desde meses atrás, y pronto debemos de terminar de arreglar nuestros pasaportes para poder viajar.
Fayette es una hermosa joven francesa de 24 años, flaca, cabellos cortos hasta su mandíbula, ojos verdes como la esmeralda, piel sin rasguño alguno, sonrisa de verano y cuando nos peleábamos, un semblante de invierno, pero le amo, cuando la conocí siempre supe que era para mí.

- Amor- le dije tomándole de las manos- ¿no puedes dormir?

Sacudió su cabeza. Claro, si siempre me despertaba sobresaltado en las noches por tantos años.

- No sé cuantas veces valdrá pedirte perdón, Fayette- el dorso de mi nariz acariciaba su brazo en señal de reconciliación.

Acaricia mi cabeza, entre mi pelo recorrían sus dedos, gentilmente rascando mi cuero cabelludo con sus uñas.

- Bueno, ya es casi hora de levantarse- expresó mi esposa con leve sonrisa burlona- hay que irse preparando porque tenemos que estar impecables para el baile de esta noche, mi padre espera que lleguemos a tiempo.


Otro baile este año. Estábamos en una de las ciudades más habitadas del mundo, la sociedad y las apariencias eran importantes para adultos de nuestra edad, tan importantes que esta noche teníamos que escondernos detrás de un antifaz. 

El ambiente hoy estaba muy callado en la ciudad. Había una ligera neblina alrededor de las calles, hacía frío, un poco más de lo habitual. Mi camino a la panadería era más apresurado este día por la ligera llovizna que caía, use una manta blanca para cubrir el pan caliente que iba de camino de regreso a mi casa hacia mi querida esposa, mezclado con el tumulto de gente que también se apresuraban porque iba incrementando la intensidad de la llovizna. Por el rabillo del ojo, vi como una figura blanca se desvanecía por uno de los callejones por lo que pase por ese instante, y más adelante lo hacía igual por otro lado muy opuesto al anterior.
No sé que es, pero sé reconocer señales de peligro, me estoy acelerando y no sé que cosa es líder de esto que crece en mí de manera ansiosa, pero no quería quedarme atrás para averiguarlo.

Llegue a casa aun con la adrenalina de el momento, pero el ambiente hogareño y sereno me hicieron bajar la guardia y suspirar aliviado.

La noche se avecina y luego de tanto que arreglarnos y discutir en el proceso, estuvimos listos, yo elegante, ella hermosa. Tomamos el transporte que nos llevaría al baile, y mientras esperábamos dentro del carruaje, no pude dejar de impresionarme más por lo bella que mi esposa estaba, bajo ese gran vestido estaba el cuerpo desnudo de mi amada, la que yo ansiaba cenar por las noches.
Deslice mis manos por debajo de su vestido y deje que el interior de sus piernas calentara mi mano invasora, seguí metiéndola por debajo de sus interiores con cuidado, y recibí un gemido como respuesta. Premie ese sonido con un beso y retuve su cuerpo con un codo, para mantener su vestido arriba. Su lengua se enrollaba con la mía mientras la húmeda caverna de amor le daba la bienvenida a mis dedos, jugando con su superficie y usando su mismo líquido para lubricar la zona, jugando con su clítoris y callándole la boca para que no hiciera ruido con mi boca. Introduje mis dedos a ritmo de la ocasión y entroduje uno a su boca por igual con su complicidad, haciendo que se viniera a mi voluntad, volviéndome más y más amo de sus deseos y atándola a mí, como lo juramos, mientras vida tengamos vida.

- ¿Estoy muy desarreglada?- pregunto mi muy satisfecha esposa.

- No, solo retocate un poco el pelo y ya esta, tuve cuidado con tu maquillaje mi amor.

- Y cuidado de mantenerme satisfecha, por lo que veo- respondió Fayette con complicidad.

Llegamos al evento, era una gran mansión con amplio patio decorado con asientos de paseo y caminos para caminar entre un laberinto de césped bien altos. Pero dentro, era una gran mansión de tres pisos y amplios salones. En el salón que estábamos, teníamos un gran espacio decorado por grandes mesas para sentarse a socializar, un gran espacio para bailar, y enredaderas de oro que bajaban desde el segundo piso. En el fondo, había unas escaleras que conectaban al tercer piso.
Estábamos hablando con los Stuart, una pareja que recién tuvieron su primer niño, y volví mi vista al igual a como veía a todos en la fiesta. Llego una nueva invitada, y era increíble su presencia, pues no solo yo sentí como algo me atraía a ella, como si su perfume me llegara desde lejos y las historias contadas en sus labios me entorpecieran mi inteligencia. Vestía un vestido de seda blanca y extremadamente largo, su cabello blanco coqueteaba en su pronunciada cintura, la joven iba acompañada de un joven muy apuesto que le prestaba su brazo para que se apoyara.

Ella tenía un velo blanco, pero a través de ellos vi sus ojos, azules y malditos, y esta vez se apoyaron en mi. Me desconcertó esa mirada, revivía mi pesadilla de hace tantos años, aunque, ella es muy joven como para ser la dama de blanco, no pudo haberme encontrado.

Me tome un trago largo y pedí otra copa, no quería que mi esposa se diera cuenta por lo que respire hondo y me contuve, no podía ser ella.

Le propuse a mi amada que fuéramos a caminar, sentía que el ambiente me sofocaba y quise tomar aire.
Fayette tomo mi brazo y caminamos por el gran patio lleno de arbustos, había otras parejas que también caminaban por el sendero, sin embargo ninguno se adentraba al laberinto.

- Se lo que piensas Darioh- dijo mi esposa- siempre has tenido espíritu de aventurero.

Su mano agarra mi trasero juguetonamente y me dice:

- Te amo, Darioh, y te amaré más si aventuramos a que me hagas un hijo dentro de ese laberinto, como lo que somos, dos cómplices.

Le besé sus labios en señal de aprobación, y entramos al laberinto. Nuestra visibilidad no era tan buena, ya que la neblina no nos dejaba ver lejos, por lo que andábamos a hurtadillas para ir explorando el laberinto. En un claro, oímos unos sonidos que provenían de una figura que estaba a lo lejos, se mezclaba con la neblina por su blancura, pero por el sonido nos pudimos guiar.

Cuando ajuste mi vista, un relámpago atravesó mi vista y volvieron imágenes de mi pasado de golpe. Conocía este momento, esa sensación pesada que te da cuando te acercas a ese escenario, el horror de una figura pálida que cuando te mira a los ojos te perseguirán esos ojos muertos por toda tu vida.
Interpuse mi brazo a Fayette para que no se encontrara con esa imagen, pero era tarde. Aunque era poco, se veía como una mujer con un largo vestido blanco, tenía arrinconada a una chica joven que no se movía, estaba en los brazos de una mujer con una palidez acentuada que la tenía para si como si fuera una amante, aunque su pareja estaba inconsciente.  Ella volteó a mi dirección rápidamente, y sus ojos azules estaban iluminados y brillantes a pesar de la niebla que se interponia entre nosotros.

- Va...vamonos- le dije a Fayette mientras retrocedíamos lentamente.

Cuando ella se comenzo a acercar, pudimos distinguir la sangre en su boca, las venas por todo su cuerpo se podian ver claramente, y tenia una mirada salvaje pero maquiavelica al mismo tiempo.

- La dama de blanco- dije por lo bajo, pero creo que mi esposa lo pudo escuchar- me ha encontrado.

Era mucho mas joven que cuando la conoci anteriormente, pero esos ojos eran iniguadables, ella sabia que le reconoci, por lo que dijo mientras se acercaba a paso lento:

- Esta conversacion es de dos...

De alguna forma u otra, supe que iba a por Fayette, por lo que el zarpaso que  iba a por ella me fue recibido por mi espalda mientras la ponia a salvo. Ese dolor desgarrador inrrumpio en mi cabeza y ahoge un alarido de dolor mientras alejaba a mi esposa. Sin embargo, un golpe le alcanzo  y tal impacto la mando despedida a unos metros de distancia, dejandole inconciente. 
La dama de blanco me agarro por detras y senti como una lengua larga lamiera mi espalda ensangrentada. Luego, como si su saliva fuera tal veneno, senti una debilidad subita que me puso a su merced. 
Ella me empujo hacia la pared y me retuvo con su fuerza. Con su pierna, abrio las mias y me oprimio de esa manera cual palido demonio de ojos azules, y lamio mi cuello de manera tan sucia y lasciva.
Quise suprimir un sonido de placer que me pondria en evidencia, pero tambien temia por mi vida por lo que no queria insitarle a atacarme de ninguna manera, aunque yo temblaba involuntariamente de miedo.

- Aunque sabe mejor la carne sin miedo para el estomago, es bueno el sabor del miedo para saborearlo en la piel del que teme por su vida- me dijo al oido.

Me toco en la misma zona donde me mordio la ultima vez, perdio su mirada en mi cuello por unos instantes  y un gruñido provino de su interior señalando la peligrosa situacion en la que yo andaba.

- No aconsejo que hagas subitos movimientos ahora, Dahrio. Pues por mas que te quiera, ahora que te tengo asi, puede que el hambre pueda mas que el amor que siento por ti, aunque no creas lo ultimo.

El esfuerzo que hacia porque se apartara lo pare al instante por su advertencia y ella aprovecho para despejar mis defensas ante ella, dejandome indefenso bajo su mirada lunatica.

- Asi es...no te opongas a mi y dejate llevar de mi...

Olisqueo mi cuello y mi cuerpo saboreandome de manera primitiva, y parece que hubo algo que le gusto, ya que puso su mano en mi miembro. No era la situacion, pero toda la sangre se concentro en mi pene, y mientras mas lo frotaba curiosamente, mas me excitaba. Desabotono mi camisa y me comia los pezones con su boca sedienta, me sujetaba con fuerza la muñeca y con la otra me clavaba las uñas en mi pecho. Bajo mis pantalones dejando mi verguenza al aire libre, aunque el frio no impidio que se mantuviera firme el pene.

- Esto es para mi y lo voy a tomar...

Bajo su cabeza y comenzo a succionarme el miembro con insistencia. Ella dejo de clavarme las uñas pero me acariciaba el pecho mientras me empujaba atras contra la pared. Me contuve para que no me viniera de una vez, la corriente de placer se disparaba cuando le prestaba atencion al glande y su olor enbrutecia mi disernimiento. 
Me acosto al banco mas cercano y se posiciono encima mio, encajando mi miembro con su entrada, voltee a ver a mi esposa pero ella atrajo mi cara con su mano y aunque pense que fue a mi, le penetre, siendo esta la sensacion mas religosamente extaciosa que he sentido jamas.
En lo que nos acostumbrabamos, mas yo por lo estecho que estaba, ella empezo lenta y ritmicamente por la punta, hundiendose mientras mas humedecia su coño, acomodandose circularmente mientras aumentaba la velocidad. Me follo violentamente encima del banco mientras me tuvo bajo su control, me asfixiaba con su boca pues no la separaba de la mia meintras me empujaba con su cuerpo hacia abajo para manteneme sumido a ella.
Sentia como no podia mas, ella tenia mi boca cerrada por lo que no podia avisar que me venia, y como si lo supiera, hizo que mis piernas estuvieran mas elevadas para casi sentarse en ellas, haciendo de ella la que me montaba a mi. Dio sentones mas pronunciados y no pude contenerme mas, haciendo que corriera todo mi semen en su interior mientras ella paraba de subir y solo se dedicaba a moverse hacia adelante y hacia atras con mi pene bien profundo en su interior. 

Pense que habia terminado, pero ni habiendome recuperado, siguio moviendose y a pesar de lo sensible que estaba alla abajo. Proferi gritos de desesperacion y placer dado a que estaba muy sensible y ya no era tan placentero, esto no le importo, pues me mantuvo abajo y continuo la violacion. Senti cosas puntiagudas en mi cuello y senti como se hundieron en el, paralizandome mas y sumiendome mas a su voluntad. Senti como mi sangre era succionada y como mi cuerpo era usurpado tambien con esta acometida, y por segunda vez me vine. Se empezo a mover nuevamente y supe que iba para largo, pero no pude sentir mas placer ni dolor, pues mi conciencia se iba, y cai inconciente bajo la niebla y atormentado, bajo ese tormentoso episodio de esta negra noche.

Desperte dias despues acostado en mi cama bajo la vista de un doctor y al lado de mi esposa, no le pude ver a la cara, me cuenta que yo tenia 2 dias sin despertar, pero que iba a mejorar de esta gran anemia que en mi habia caido.

Estos sucesos siempre han quedado marcado en mi sangre y en mi piel, vocifera poesias en su nombre y persigue mis pesadillas con un bebe en sus brazos. Este no fue su primer encuentro y presiento que no sera el ultimo, la dama de blanco no solo desea mi cuerpo sino mi alma, y por lo ultimo luchare, ya que es lo unico que tengo que no es suyo.





lunes, 1 de noviembre de 2021

La dama de blanco: la bestia pálida (primera parte)

 


Ha encontrado mi paradero, no hay escapatoria. Se escuchan sus pasos pausados en el jardin, gruñe la bestia, mis oídos se agudizan, comienza mi cuerpo a temblar porque con su presencia vienen recuerdos, recuerdos lejanos, pero bien recordados, vivos, vivos aquí en la piel, y en lo más profundo de mi sub-consciente. 

Todo final tiene un comienzo, el mío no fue de los buenos. Fui adoptado luego de vivir 2 años en el orfanato "Benevolente benefactor" por una señora sin igual. Cuando la vi por primera vez, yo tenía 10 años, estaba yo en el patio jugando con mis amigos, era casi de noche, uno de esos días grises de los cuales no se sabía si iba a llover o no, cae lluvia y luego escampa, un día bipolar. Ella estaba en la puerta del patio junto a nuestra cuidadora, sostenía un paraguas blanco y parte del mismo a lo lejos le tapaba parte del rostro. Por lo que si pude ver, es que tenía un pintalabios rojo muy llamativo, y esbozaba una sonrisa, la misma que caza mis pesadillas.

Cuando fue a por mí, ese día había una gran niebla que cubría el orfanato. Según mis amigos más mayores del orfanato, ella es una conocida del orfanato y tiene estrechos vínculos con el mismo. Desde que su anciano marido murió hace más de 10 años, ella se dedica a adoptar niños del orfanato y proveerles la mejor educación para que sean hombres de bien para la sociedad. 

La dama de blanco me esperaba en la entrada principal, iba completamente de blanco: su vestido, sus guantes, sus tacos, su paraguas.
Lo más importante, aparte de su cabello blanco también, eran esos ojos, ojos tremendamente azules, azules como el fuego azul, vivos como tales pero, helados. Tenía la misma sonrisa dibujada en su rostro, escondía detrás de la misma tantos misterios, 35 años, pero solo lo supe porque mi cuidadora lo menciono cuando me la presento antes de verla la primera vez, pero eso no se notaba mucho, pues su rostro no daba señales de alguna vez envejecer, siquiera de haberse enojado.

- Mi nombre, es Costela Satella, y oficialmente hoy, te vas conmigo, Dahrio. Bienvenido a la familia.

No pude decir palabra alguna, más que asentir con mi cabeza y darle la mano que pedía, su voz era tan maternal, femenina, suave. 

Me llevo en su coche negro hacia su enorme castillo, lo vi desde lejos cuando nos avecinábamos a su entrada. Las puertas se abrieron, pero no vi que alguien estuviese alli, pero antes de que preguntase e intentara mirar atras en lo que pasabamos, la señora Satella me tomo del rostro y me dijo estas palabras:

- Me encargaré que seas feliz, Dahrio, vivirás acá, y no iras a ningún otro lado- sus ojos eran dulces, pero un destello lejano en los mismos tenían cierta autoridad- tendrás clases aquí, dentro de tu nuevo hogar, no te faltara nada, mientras estes aca, bajo mis alas, podrás correr por este vasto terreno con libertad, podrás descansar bajo los árboles en verano mientras comes las más deliciosas frutas, y podrás deleitarte con el paisaje nevado desde la conformidad de tu habitación. Pero no puedes salir de aquí, alrededor de toda esta propiedad es tierra de saqueadores y maleantes, tierra de nadie, y por tu bien no permitire que salgas de aca hasta tu mayoria de edad.

- ¿Y vive usted sola acá en casa, señora Satella?- pregunté. Tuve tanta curiosidad, dado que tan grande castillo era imposible mantener por una sola persona.

- No. Tienes un hermano mayor, te lleva 5 años y se llama Gustav. Además de él y yo, criados que se encargan del castillo, pero a esos nunca los verás, pues no se les está permitido corromper a ninguna de mis crias, pequeños míos, ¿lo entiendes, Dahrio?

- Si, señora Satella.

- Llámame madre, hijo mío.

No les puedo mentir, eran tiempos de felicidad. Madre nos educaba ella misma, tenía amplios conocimientos de geografía, matemáticas, nos daba clases de idioma: español, ruso, italiano, holandés, alemán e inglés.
Cuando me aburría de día, iba al enorme terreno a montar caballo y tontear con mi hermano mayor, Gustav. Cuando me aburría de noche, no tenía más que tratar de dormirme, ya que, por órdenes de madre, ninguno de los dos podíamos salir de noche, tanto eso, como el que no podíamos tratar entrar a las mazmorras del castillo, ya que, además de habérnoslo prohibido, siempre estaba cerrado muy fuertemente, solo una llave especial podría abrir ese cerrojo.

Era extraño no poder ver a madre con nosotros afuera, y no sabía si también salia de noche, ya que cerraba nuestras puertas con seguro y solo era yo que podía ver parte del terreno. Nunca la vi comer suficiente, pues lo que comía lo comía muy despacio y cuando terminábamos siempre decía que no tenia apetito.

3 años después, llego el tiempo para que Gustav fuese a estudiar al extranjero. Madre quería mandarlo a Londres, para que estudiase medicina, ella siempre decía que era una muy buena carrera, y que Gustav sería un gran doctor. Yo quería ser sociólogo, me encantaba eso de saber sobre diferentes sociedades, culturas, el porqué de ciertos paradigmas en la sociedad, y como la historia lo fue moldeando, pero aún me faltaban algunos años, por lo que Gustav fue el primero en irse del castillo, y yo lo seguiría un tiempo después.
En la noche antes de su despedida, abrí la puerta de mi habitación, sin el permiso de madre, forze el cerrojo y abrí la puerta a escondidas, para ir a la habitación de Gustav y hablar con él antes de la inevitable despedida en la mañana, seguro estaría alistando sus cosas. Su habitación estaba completamente abierta, había un desastre en su habitación, como si hubiesen volteado la habitación completa en un ataque de ira.
Escuche un ruido por las escaleras, y decidí seguir de donde provenía, pues no veía a Gustav por parte y algo extraño estaba sucediendo en esos momentos.

Baje las escaleras en caracol siguiendo la pista, baje un piso, baje dos, pero el sonido provenía de más abajo, provenía del sótano.
Yo sé, no tenía que bajar, tuve que ser un ignorante y evitarlo, seguir las reglas, hacerme el tonto y dormir en mi cálida habitación, pero mi curiosidad se apoderó de mi, destruyo mi inocencia, mi virtud, mi único tesoro.
Mientras me acercaba al sótano, pude escuchar como alguien gritaba, era un grito como si algo le estuviese tapando la boca. Me moví más deprisa pero con cautela, y en las escaleras mientras me acercaba, estaba sangre derramada por ella, intensificándose más y más mientras bajaba.

Cuando baje las escaleras, vi la puerta de las mazmorras abiertas, la única vez que la encontré abierta fue esa vez, cuando descubrí lo más macabro que jamás pude haber visto nunca: era espeluznante, Gustav estaba débil, pero con lo poco que tenía fuerzas no podía hacer nada, una bestia enorme, pálida, esos ojos los conocía tan bien, azules como el más caliente fuego azul, pero eran inhumanos esta vez, tenía el rostro de la dama de blanco, pero su cuerpo era bestial, como un murciélago enorme, pero que se mueve en sus cuatro patas. La bestia engullía el cuerpo débil de Gustav por completo, este me miraba a los ojos mientras la criatura se lo comía, su expresión de terror nunca se va a desaparecer de mi mente, ni tampoco la mirada de la dama de blanco, cuando se dio cuenta de que la observaba.

- Hijo...mío...

La bestia se acercaba a la puerta con sus fauces abiertas, y una corriente en mi cuerpo me despertó del embelesamiento y cerré la puerta que tenia la llave aun pegada en ella, gire su llave y la encerré allí dentro.
Mientras corría, pude escuchar como la bestia golpeaba fuertemente la puerta, no creo que vaya a aguantar mucho. Corrí hacia la habitación de madre y solo vi una cama enorme, llena de telarañas y polvo, como si nunca hubiese usado la cama. A su lado, había un ataúd que si estaba limpio, estaba abierto y vacío, pero pude perfectamente imaginar a madre durmiendo en el, pacifica, inmovible, eterna.
Pude escuchar como la puerta de las mazmorras había sido destruida, el grito de la bestia, me tumbo al suelo tapándome los oídos, tenía que escapar, o yo sería el siguiente devorado por la bestia, la dama de blanco, Costela.

Tome las llaves de su habitación y corrí hacia el establo. No tuve el tiempo de ensillar al caballo, pues pude escuchar la voz de la dama de blanco resonando por el interior del castillo, en mi búsqueda, llamándome por mi nombre, con su voz maternal, rompiéndome el corazón. Cuando me dirigi hacia la salida, la vi en la entrada del castillo, en su forma humana. Estaba hermosa con su pelo suelto y blanco a la luz de la luna llena, estaba desnuda completamente y por su cuerpo pálido se veian grandes venas por todo su cuerpo bien pronunciadas, sus ojos azules eran tremendas lamparas que desde lejos, los veia brillar.

- No...hijo mío, mi amor, alma mía, no te alejes de mí- caminaba hacia mí con lastimoso caminar, extendía su mano hacia mi- mírame a los ojos amado mío, mírame a los ojos y reconóceme. No me dejes sola, porfavor...

Nunca debí mirarla a los ojos, pues cuando lo hice, los mismos se volvieron dos soles nocturnos que traspasaron mi alma y me sumergieron bajo su hechizo. Ella se acercaba mas y mas, yo tambien, mi cuerpo no era mio, mi cuerpo era suyo. Puso sus manos en mi rostro y la vi unos tremendos colmillos en su boca, lentamente desabotono mi camisa y descubrió mi cuello, y asi indefenso, traspaso mi cuello con los colmillos de su traición, dejándome débil poco a poco, cayendo sin fuerza alguna para defenderme, la próxima víctima para ser devorado por la dama de blanco, todo por solamente mirarla a los ojos.
De pronto el caballo relincho fuertemente por el miedo, y esto me saco de trance. Intente apartarla, pero no pude, no tenía fuerzas suficientes y ella parecía estar compuesta de hierro, pues no se movía ni en lo más mínimo. Comencé a golpear al caballo en las nalgas, y de pronto este soltó una fuerte patada a la dama de blanco en el cráneo que la derribo al suelo. No tenía fuerzas, pero ya abrí la puerta y me subí con lo que pude al caballo que yo montaba tanto. Le incité a correr, pero algo se aferraba a mi pierna derecha, era ella. Parecia no tener ningun golpe ya, tal golpe la hubiese matado o al menos dejado inconciente, pero a ella no, ya no tenia nada, ni una marca.

- Dahrio eres mio, podras intentarlo, pero nunca vas a escapar de la que mas te quiere, tu amada Costela. No huyas...

Insite al caballo para que fuera mas deprisa, yo estaba muerto de miedo, pero tambien de cansancio, y un sueño misterioso, hacia lo que fuera para no morir, para no morir como Gustav.

El destino ese dia me preservo para un futuro encuentro, pues el sol se avecinaba por el horizonte y como si este le pudiese hacer daño, me solto. La vi tumbada mientras la dejaba atras a ella y el castillo, a Gustav y los juegos en el gran terreno en verano, y las noches donde escuchaba a madre cantar en la lejania. Pero solo por un momento, solo unos años que de nada sirvieron para escapar de aquellos ojos azules, porque ahora de adulto me volvieron a encontrar, y no solo en mis mas profundos sueños.

miércoles, 27 de octubre de 2021

Riquezas del mundo: la cultura hecha mujer (explícito)

 



No empezaré con una simple historia de calentura veraniega, ni vivirás en mi presente teniendo así mismo, presente en mi mente, presente en las maravillosas sensaciones que originan en mi cuerpo, porque soy egoísta y mi placer es verle bajo el mismo, por encima de mi propio orgullo, entre el medio de mis cejas y dentro de mi pecho.

Le confundí con el atardecer menos apreciado, aquel que ocurre todos los días en nuestro cielo y por la rutina de los días monótonos nos bañamos en él sin darnos cuenta de esa obvia obra de arte, una obra sin mancha humana, así como esos ojos verdes que se asomaron por entre las dunas de aquel desierto donde nos encontramos, el color trigueño de su piel confundiéndose con la arena, y como olvidar esos cabellos negros que se enredaron en mis manos cuando te hacía el amor.

Sabes que te desean esos ojos, todos esos ojos que voltean a verte cada vez que pasas con el agua, sé que te das cuenta cuando lo más que pueden hacer es idolatrarte de lejos, porque eres mía, mía como tus piernas cuando se entrelazan en mi cintura cuando te penetro lentamente, mía como cuando entre sílabas declaras que ese coño es mío, caliente y húmedo, dándome la bienvenida, llamándome su amor. Les confieso que le dedique suma atención cuando me lo comía, con mi lengua busco entre los cercos su punto más sensible circulando de cerca, alrededor del clítoris, para que me busque con sus manos y aparta las montañas que le rodeaban, pidiendo lo obvio a su papi, sin algún parentesco parental.

Nuevamente les confieso, entes del inframundo, que lo mejor no fue haber estado con ella a partir de mi larga travesía por el desierto, no fue que cada vez que se subía sobre mí y me amagaba con sentones sobre mi glande del pene, enfocándose en ese lugar, desesperándome por hacerle fuerza para bajarla y penetrarla, sentir ese calentón envolviendo mi falo derritiéndolo y asimilándolo en su cuerpo. Lo mejor fue, que bajo las promesas de volver a verle esos ojos gatunos, las riquezas del mundo se posaron bajo esa larga cabellera negra que, mojada, se posa entre sus senos parados y erguidos, la más grande riqueza fue el largo viaje hacia sus brazos, hacia esa voz de mujer que prometen confortarte cuando llegue a casa, porque casa es donde sus pies posan sobre estas áridas arenas, mi hogar esta donde esta ella.

Entre las arenas del desierto yo creé el mar,  me he convertido en filosofía y he amado la cultura hecha mujer, se beberá vino y se servirá un banquete para los vecinos, que entre mis mejillas y su vientre he obtenido todas las riquezas del mundo.

lunes, 25 de octubre de 2021

Me gustas: sabor a fruta

 



Me gusta cuando te presiento en silencio,
cuando farfullamos lo inhibido,
me gustas cuando callas en lo eterno,
cuando caminamos de noche por la Zona Colonial.

Me gustas platicando del amor,
hablando de una selectiva soledad,
añorando mil amores de verano,
en el invierno de tu propio hogar.

Me gustas comiendo helado de fresa,
montada detrás de mí en mi motocicleta,
un fin de semana en Punta Cana,
bebiendo margaritas, cosechando el amor.

Me gustas cuando me provocas,
cuando provocas en mí el verso prohibido,
porque provocas en mis manos el temblar al contacto,
de tu lengua enredada a la mía con sabor a fruta.

Con sabor a fruta en una noche caribeña en la playa,
con sabor a fruta me queda el recuerdo,
me gustas porque siempre estas en mi mente,
bailando bachata de manera indecente.


domingo, 10 de octubre de 2021

No me mires: depredador

 



No me mires, que te asecho de lejos,
no te pares a preguntar a un extraño,
no cuestiones si vendrá a hacerte daño,
que esta noche es fenomenal.


Me observé en esos ojos que justo voltean a ver quien dio esos pasos, la noche era hermosa y lleno de sorpresas. Yo no me podía ver, pero era claro que una figura oscura fue sorprendida por la atencion de tu mirada, tus músculos se tensaron y el sistema simpático te alerto de un posible peligro, pero, todo fue en vano, eran las hojas de los árboles alrededor que bailaban con el viento, das un suspiro de alivio, y sigues tu destino.
Sigues tu camino en este largo trecho solitario y tan poético, pues, la noche arroja romances inesperados con la vida o la muerte, y de bastantes vidas ya me he saceado. Ese pelaje blanco te queda tan hermoso, un largo abrigo liso y negro te cubre de hombros hasta los muslos, y ahora que dedico mi atención a tu olor se me hace un poco atrayente, me atrae lo suficiente para atrever a acercarme a ti, y te huelo la nuca.

De repente te volteas a ver a mi dirección, pero no me gusta que me veas, quiero mantener nuestro romance lo más platónicamente posible, embriagarme con tu olor cuando te sigo como en esta noche, saboreando tus piernas mientras aceleras el paso, escuchando atentamente a mi alrededor cada paso, cada crujir de ramas, las liebres que se esconden a mí caminar, cada latido que va acelerando si dedico más atención, de tu corazón.

Como si viniera a tu rescate, la población llego, las calles te dieron la bienvenida y se escuchaba como todo volvía a la vida. Ya el romance entre ella y la noche culminaba, las poesías del inframundo han sido enmudecidas por la huida de mi dama, y ahora, busca las llaves para a su casa poder acceder. 

No me mires que esto detrás de ti,
que no sé cómo reacciono si me volteas a mirar,
entra a tu casa que el susto te va a pasar,
no me mires que soy real cuando me imaginas.




domingo, 19 de septiembre de 2021

Amandole: diplomacia en la oscuridad (explicito)

 



- Eres cruel...


Solo eso pudo haber llegado a mis oídos. 

Mientras caminaba, la luna dibujaba lienzos románticos con las estrellas, como todo humano básico. Sentía que brillaba para mí, que ese espectáculo mágico que acontece en esta noche era para guiarme a mí, el auto nombrado héroe que camina hacia su destino, delirando caricias, maldiciendo besos de antaño.

Confieso que la quise junto a mí en tiempos de inmadurez, me acondicione yo mismo a amarle desmesuradamente, de verla en un altar, encima del poco respeto que me quedaba, encima de mi amor propio.
He saboreado su entrepierna en mi boca, extraño sabor de mujer que dura años en desaparecer de mi lengua, como lamía esos labios  y ellos me recibían con una bendición mojada y me bautizaban, naciendo nuevamente perro, un perro que meneaba su cola a la espera de su ama.

Hace años de esos momentos de sumisión, donde quede a su espera, abandonado, fuera de su casa. Escuchaba los gemidos de placer que le provocaban, no era yo, ni tampoco era que se masturbaba a mi nombre, a juzgar por el carro que veía en la esquina de la calle, le pertenecía a ese tal amigo que siempre me decía que no me preocupara, que no era nada, que solo eran amigos.
Era patético como no pudo escapar la ira por mi boca, que no vocalicé lo puta que era, yo no era suficiente, no era justo, más, me aleje, y no volví.

Habíamos quedado en el aparcamiento del lago, ese fue el lugar donde habíamos quedado, ya que su marido era bien conocido en aquel pequeño pueblo, y a esas horas de la madrugada la luna tenía un brillo especial que provocaba a los infieles, a los que sufrían por el corazón roto, a los que jugaban a amarse bajo el anonimato de la oscuridad.

Me acerqué a su vehículo y le toqué la ventana, era un vehículo de alta gama color negro que deslumbraba a la vista, eso era buena vida, ella estaba mejor que antes, más bella, más forrada en dinero, había tomado la mejor decisión al dejarme de esa manera.

- Has venido- me respondió- has venido a mi llamado a pesar de todo lo que te he hecho.

Se bajó de su vehículo y no creo que es justo lo que veía, sus ojos me observaban igual que antes, su pelo corto era una poesía a mi pecho, su escote mostraban parcialmente sus senos mientras jugaban con mi mirada, y su voz susurraba a voces en mi cabeza atontando mi sano juicio.
Una mano acarició mi pecho y dibujaba mis pensamientos en él, pero le retuve la mano y le contesté:

- Me has roto el corazón, le harás lo mismo a tu nueva víctima?

Ella no contesto, pero ese silencio decía mucho más que todas las respuestas que pudo haberme dado, me daba asco.

Pero a ella le divertía, y esa mano que hacia lienzos en mi pecho bajo súbitamente a mi pene, mientras le frotaba con delicada, pero determinada devoción.
Abrió mi correa, y bajo mis pantalones hasta las rodillas, hacia un poco de fuerza con su cuerpo inhibiendo mi escape, delicada, certera, bajándome la ropa interior y descubriendo al que nunca miente, mi falo a mitad de despertar.
Como todo amante en su primera cita, se tiene que besar de lado por si vas a fallar, así lo hizo la causante de mis dolores y mi actual humillación, con sus labios sedosos inyectando el amor, y besándome, dominándome. Fue hacia la punta, y como si se envolviese un regalo, envolvió mi pene con exquisita sensación, y me chupaba el miembro a ritmo de baile.

El orgullo siempre había acallado en mí, pero como si en esa ocasión le dio en gana de interrumpir con enojo ese momento, y le separe de mí con rudeza. La ira crecía en mí por su rebelde actitud e irrespeto a mi amor propio, y le agarré por una muñeca y pensé que pudiese llegársela a romper. Me acerqué a su oído lentamente y le dije:

- Eso ya no más, tú permeabas mi alma en cada noche y hacías lo que te venga en gana, pero no más, no soy tu juguete.

Le empujé hacia la capota del carro, aunque su vestido se confundía con el color de la noche, nadie más que nosotros vimos se agitaba violentamente hacia arriba mientras yo le daba placer con mi mano libre, mientras la otra sostenía sus pequeñas muñecas contra la capota del carro. Ella gemía con restricción, pues no tuvo más remedio que someterse a mis dedos que a diferencia del otro, estaban empapados de segregación de flujo vaginal. Primero iban por fuera, jugando alrededor de sus labios mayores, burlándose de su sensación, queriendo ser tocada él. Ya no forcejeaba tanto, se mecía un poco y con discreción, pero yo sé que le encantaba, que lo adoraba. Lento, mi dedo se acercó a su clítoris, una electricidad me llego de su cuerpo y se estremecía,  le froté lento y delicado, y vi como se le escapaba de su boca superior aire caliente, empañando la capota fría de ese  color negro metálico.

Separe sus cachetes y sin aviso, me la comí por detrás, haciendo que ella diera un grito de sorpresa, pero era un grito dulce, que salía de dentro de ella, de lo más profundo. 
Acerque mi miembro y le iba por afuera de sus labios mayores, luego en forma de espiral circularon más dentro hacia los inferiores, yo sentía como su vagina se contraía haciendo como si me quería succionar adentro, invitándome de rodillas hacia su morada.

Ella murmuraba algo por lo bajo, la agarre por la nuca y le ordene:

- No te escucho, perra maldita, sé mujer y di lo que quieres.

-... la- murmuro por lo bajo

- No te escucho- le hice mayor fuerza en la nuca- o quieres que me vaya?

Hice como si me alejara, y ella se dio la vuelta agarrándome por las manos para retenerme. Duro un segundo que, a pesar del frío que hacía,  ni lo sentía por el calor de mi furia, ella se sentó encima de su vehículo, y en un ceremonial y silencioso, obedientemente abrió sus patas descubriendo su vergüenza:

- Métemela- suplico.

Con media sonrisa, me le acerqué e introduje mi pene lentamente. Ella tenía una mirada desorbitada, quizá por lo hermosas que eran las estrellas en esa noche negra, o por mi enorme nabo. Retrocede desde mi punta, y lo volvía a hundir más, gradualmente hundiéndose más y más, acomodándola a mi gran falo, penetrándola, volviéndole mi perra. Yo le bailaba rítmicamente mientras ella cantaba gimoteos, no le importaba al parecer que nos escucharan, posiblemente por el sexo tremendo que le estaba dando, más con mi mano le tape la boca con fuerza, empujándole la cara hacia arriba. 
Luego de un rato enorme entre ella y yo, en diplomacia en la oscuridad, ella forcejeó con mi mano opresora y llego a decir:

- Me vengo perro, me vengo.

Le abofeteé la boca desobediente y le agarré por el cuello, con extrema fuerza, como si le quisiera matar.

- Cállate, cállate vagabunda- le respondí con odio.

Y así su cuerpo se estremeció con violencia y no dejaba de temblar, se tensó apretando todo su interior, haciendo que me sintiera extremadamente bien, haciendo que me viniera en su coño con desmesurado salvajismo, hincándole el miembro más a fondo.
Mi cuerpo tuvo un instante que perdió fuerza, caí encima de ella pesadamente, y nuestras respiraciones se sincronizaron en un jadeo intenso.

Luego me pare en ese instante, me subí mi ropa interior y mis pantalones, me subí el cierre y me puse la correa. Y mientras me ajustaba la camisa, la vi a ella todavía jadeante, con líquido de semen saliendo de su vagina. Le dije:

- Esto es para que me recuerdes mejor de lo que era, pero no te equivoques, no me busques más.

Me alejé de aquella figura que yacía en la capota de un carro negro color negro metálico, en conspiración con la oscuridad, perdiéndome en el color de la noche.




lunes, 30 de agosto de 2021

La vi: romance entre los tiempos y el viento





La vi y volví a nacer,
entre cachetes sonrosados por los besos de un buen amor,
la volví a ver perplejo,
con el pelo largo y unida a otro soñador. 

No me quejo más le sueño,
nadie puede llegar a prohibirme el fantasear con su aliento,
la volví a ver y la pienso,
meciéndose en los columpios del universo en mis brazos.

Es fácil el plantearse el olvido espontáneo de aquella persona,
cuando le volví a ver sin querer me regocije,
mi antiguo amigo revivió y decidió por cuenta propia desterrarse de mi pecho,
la sentí a ella junto mío en la ficción y en mis recuerdos.

Compuse a su imagen una dedicatoria a la soledad,
recurrente archi-enemiga que se asombra de mi testarudez,
tercamente perseverante por volverle a pensar,
tercamente un hombre de Fe sin volar con Dios.

Ya convertido en un troglodita incipiente de añoranza,
me he manifestado a los vientos revolviéndome en ellos,
irguiendo mi destino con motivo y sin dirección,
una manifestación de la aventura que esta por comenzar.

No miento si digo que le extraño,
fue un antes y un después desde que caí en su regazo,
así de eterna como quedo su mirada en mí en aquella habitación,
así de eternos en mis recuerdos que nunca serán tuyos.






viernes, 13 de agosto de 2021

Fantasma: espectando al principito

 



Lo veo cada día desde aquella vez.

Todo fue tan rápido. Iba hacia mi trabajo en mi bicicleta, el cielo estaba gris, amagaban las nubes con llorar sobre mi responsable persona, sobre el buen padre, apartado, mojado, apresurado por llegar y tener tiempo de sobra para tomarse un café antes de empezar la fuerte tanda. Hacía mucha brisa, mientras escuchaba música y me iba a otra realidad en un ensueño vespertino, me despertó una violenta sacudida que me golpeo en las costillas y me lanzo metros lejanos a otra dirección. No recordaba más nada, más que la lluvia que me golpeaba la cara, también estaba encima de algún líquido caliente que me abrazaba, que se iba conmigo, a un negro eterno que le daba bienvenida y me vestía de una seda que se sentía muy bien, que me dormía, ya nada sentía. 

Me vi parado en un pueblo lejano, el contraste de un paisaje negro a un contorno de vida y colores me cegaban unos segundos, pero luego lo vi claro. Conocía ese lugar, camine sobre la tierra sin tocar, no sentía nada en mi cuerpo, era como si era ajeno a ese lugar, no podía sentir, oler, caminaba sobre el suelo, pero mis pies no le tocaban, solo pude escuchar, ver y andar por ese lugar.

Vi a mis cercanías a un niño de unos 2 años, jugaba con su coche y montaba por el asfalto alegremente. Conocía a ese principito, pensé que ya me había secado de la lluvia que caía encima de mí unos momentos antes, porque bajaron gotas de agua por mi mejilla abundantes, abundantes gotas de una lluvia de lágrimas que emanaban mis ojos. 

No podía tocarlo, mi cuerpo no pertenecía al mismo lugar que el suyo, yo era una sombra negra y él era un pequeño sol, mi principito. Corrió hacia su madre con una sonrisa de oreja a oreja, la luz se movía junto a él y fui con él, para siempre con él, al fin podía volverlo a ver. 

El tiempo no era igual para mí, cuando entramos a la casa el ya había crecido, tenía 10, jugaba videojuegos en la sala, dejo la tarea a un lado y se enfrascaba con un jefe en la pantalla del televisor. Mi foto junto a el estaba en el estante de al lado, había crecido tanto que ya el principito no era un pequeño bribón, era una miniatura mi con cabellos color  bronce. El pequeño travieso parece que escucho lo mismo que yo, el sonido de un vehículo que se estacionaba al frente de la casa, era su madre. Bajaba junto a un señor del vehículo, supongo que el padrastro, pero antes de que al fin realizara que me sentia feliz porque había continuado y se le veía feliz, mi principito apago el televisor y la consola, acomodo el mueble para que pareciese que nadie se hubiera sentado allí, y cogió sus cuadernos y se escabullo hacia arriba a su habitación, igual que yo en mi infancia, porque si mi madre me pillaba, me quitaba los videojuegos.

Cuando subí con él, había vuelto a crecer, era un adolescente. Estaba encerrado en su habitación, pareciese estar enojado, pues tenía un reporte del colegio en su mesa de noche, y cuando me asome a leerlo, decía que se había peleado con varios chicos y que había lesionado a uno de ellos en la rodilla. Me sorprendí, él no era violento, lo vi sostener nuestra foto en sus manos, una lágrima resbalo escurridiza por su mejilla y comprendí.

Me senté a su lado y lo intenté abrazar, le entendía mucho y quería socorrerlo, quería hablarle y sonreírle por un momento, aliviar esos ojitos y que mi príncipe me viera, pero solo me pose por encima suyo de todos modos, aunque no me sintiera, aunque se sintiera solo en esos momentos, yo estaba allí, con él.

Cuando volví a abrir mis ojos, estaba en una iglesia, era grande y bella, estaba decorada con doradas y plateadas decoraciones que embellecían el blanco, mi principito, no, ya no era mi bebe, ya era un rey, pues lo vi en el altar junto a una bella mujer tomados de las manos en señal de matrimonio, una corona semi transparente se posaba en su cabeza y me cegaban los ojos, atrás suyo vi a otra joven a la que conocía, conocía esos ojos y el recuerdo de su canto entonaba en mi mente, era mi madre que también los observaba en mi posición. 


Ella me miro, y sonrió, me tomo de la mano y junto íbamos saliendo de la iglesia hacia una luz sin fin, y en su eterna ternura me miro y me dijo con su voz maternal:


- Ya es tiempo de dejarlo ir, al igual que como lo hice contigo. Sigamos hacia adelante que ya el principito no es un pequeño bribón.


Y no vi más.


lunes, 28 de junio de 2021

Su amante: domina

 



Por qué me miras con esa intensidad?,
vuelves románticas las aguas que nos rodean acercándonos salvaje,
undoso amor que brota con el destello encontrado en ojos confundidos,
que no paran de mirarse, que le he parado de mirar.

Se cierne el misterio escondido en caricias sin querer,
en como tu piel se sensibiliza y la corriente te derrite uniéndote a ella,
revolviéndote los nervios e intensificando el calor,
las piernas entrelazadas que se apresuraron a adiar el despertar de la pasión.

Sus besos no juegan a la sanidad,
tiene de compinche al destino para someterme a ese momento,
a su saliva poseyendo mi alma en ese encuentro,
a sus dádivas a mi cuerpo petrificado.

Las ventanas del alma me miran traspasando mi ser,
sus brazos me atrapan no dejando escapar mi libre albedrío,
sus dedos sonsacan mi orgullo y penetran mi coraza,
moldean mi figura al nacer en sus pechos.

No mentiré en cuanto extraño mi libertad,
porque desde ese momento le dedique mi vida,
existe en un rincón de mi mente cuando caliento mi hogar,
y existe en nuestros besos algunos fines de semana.

Ella no es mi amante porque no perdió nada suyo,
no compuso con las nubes versos para que lleguen cuando vaya a dormir,
esta para mi adicción de sus piernas y su sexo,
soy su amante porque termine sin ella pero siendo suyo.

martes, 18 de mayo de 2021

Las maravillosas anécdotas de un masoquista

 





La filantropía de las rosas y sus espinas,
la arrogancia de un pobre sin hogar,
querer lo ajeno y lamentarse luego del hecho,
las maravillosas anécdotas de un masoquista.

Dulce a amargo la inexperiencia del amar,
dulce a deprimente el arrepentimiento,
no he sentido la soledad hasta que busque sus brazos,
su dedo en mi boca en mi mundo del soñar.


Es algo para reírse la latencia del desamor, desde el cerebro a la inspiración amorística que dota de emoción que es el corazón. Es autoengañarse y venderse como insufrible entre el frío europeo, lento, permanente, y por siempre presente. 

La vida es usura obligatoria con tono de tragicomedia, el voló a sueños extranjeros con lágrimas en sus mejillas y convicción de un cambio; cambio de vida, cambio de táctica, empezar de nuevo con miradas extrañas, sin saber a donde más salir corriendo, un nuevo estilo de vida, otras historias y nuevos romances en el exilio.

En lienzos grises de miradas azules, como todo nuevo extranjero buscó mejoría económica sacrificando el sano juicio y alquilándose a la esclavitud moderna que lleva tres horarios rotativos  y mucho polvo blanco como tarjeta de presentación. Las botas industriales y el chaleco naranja se dirigen por el tren cada semana en horas diferentes a un mismo destino, en bicicleta se dirige pensativo a una rutina diaria de cultura y trabajos de construcción a medio terminar por el camino, con tiempo suficiente para pensar en posibilidades lejanas a las de su propia realidad, de el "que hubiese sido...?", al "no le veré jamás" rondando por sus pensamientos.
Se asoman unos ojos negros por una de las esquinas sin preguntar, de intrusa y de chismosa como siempre, luego miran con decepción y se vuelven inexpresivos, perdiéndose por cuenta propia en la selva de cemento con canales holandeses.


Existen en el espacio pero se pierden en el umbral,
de unos parpados sin cejas que juzgan sin parar,
disimulan una sonrisa y se comprometen a diario,
a atormentarme con una dulce llamada con lo que mas amo.

No es perdón lo que implora,
si no la pura paz y comprensión,
que no fallo por desamor sino por carne,
aquel que figura como "el que fue".


Así como el matar arranca pedazos de el alma, así arranca el amor del pasado pedazos de la sanidad que aún quedan en el interior,  el orgullo y la ropa es lo único que puede llevarse aquel que siente pues es lo que le queda, y la conciencia de guardia nocturno acompañándole en el turno nocturno en una fábrica de minerales entre el frío, las maravillosas anécdotas de un masoquista.